El Festival de Sevilla nos ofrece en Filmin la mayoría de títulos de Las Nuevas Olas, una estimulante selección de autores que nos iluminan en tiempos complejos

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11 Nov 2020
Víctor Esquirol
the nest

Con 2020 topamos. Una vez más. Con el año del infortunio global… pero también con esa desesperante carrera de obstáculos (a la pandemia del demonio me refiero) que, al menos, nos enseñó a tener planes B en la recámara. Por lo que pueda pasar. Y efectivamente, pasó. Esta sí que la vimos venir… pero igualmente, la segunda ola parece que nos pilló desprevenidos. Es desesperante, sí; inexcusable, también, pero es lo que hay. Por suerte, como decía, hay alternativas.

¿La crisis del coronavirus nos ha impedido viajar este año a Sevilla? Pues entonces no es consuelo menor el respaldo que la plataforma Filmin está proporcionando a nuestro Festival de Cine Europeo favorito. Allí tenemos acceso, durante tiempo limitado, a los títulos que componen la atractiva sección de Las Nuevas Olas. Una selección donde brilla el sello de calidad de otros certámenes de prestigio como lo son Cannes, Venecia, Berlín o Sundance.

Rascal, sorprendente debut

En la Croisette, por ejemplo, debería haberse visto Rascal, sorprendente largo de debut de Peter Dourontzis. Se trata de un estudio de personaje alimentado por una especie de nihilismo que al mismo tiempo está perfectamente encarnado en el rostro bello pero amenazante de Pierre Deladonchamps, actor presente en películas clave de autores de la talla de Alain Guiraudie o Christophe Honoré.

Un hombre rompe violentamente la -falsa- intimidad de la que gozaba una chica en un tren, y justo después, esquiva dialécticamente al revisor, y después, atrae a otra muchacha cuando llega a su destino, y después busca problemas en el bar más cercano…

La película camina de forma amenazante con un afinadísimo sentido de lo errático, sin respeto alguno a decoro, protocolo o pacto social alguno. Es tan imprevisible como lo puede ser un animal depredador que campa a sus anchas por un territorio poblado por otras criaturas que bien podrían formar parte de su próxima cena.

Así, a nosotros, espectadores, se nos obliga a estar siempre atentos: porque cuando se posa sobre la cámara la mirada seductora y envenenada de Pierre Deladonchamps (un ángel en apariencia tras el que se esconde un auténtico demonio), es como si automáticamente pasáramos a formar parte de su lista negra.

Exil, disección de una mente atormentada

Mientras, en Alemania, descubrimos que ahí tampoco podemos sentirnos a salvo. Un hombre regresa a casa después de un día de trabajo, y antes de entrar en el hogar, el destino le manda una señal fatídica: ahí tampoco podrá refugiarse de un mundo que le acecha.

Exil, de Visar Morina, propone ahora lo que directamente puede considerarse como una disección. ¿Pero de qué, exactamente? Pues en apariencia, de una psique atormentada. De un hombre (un albano-kosovar que intenta prosperar en una empresa germana) que se siente agraviado por todas las personas con las que le toca compartir techo.

En la oficina, en su casa, en el apartamento de un conocido, en un bar… el pobre diablo se mueve por los laberínticos pasillos de estos interiores como la rata de laboratorio que a lo mejor alcanza a sospechar que quizás, y solo quizás, una entidad superior está experimentando con ella.

Con este gesto inmisericorde opera el director y guionista: con el posado pesimista de quien se acerca a nuestra sociedad (el auténtico objeto de estudio) con el convencimiento de que esta no es más que el perfecto caldo de cultivo para que las inseguridades, complejos y miedos que llevamos dentro, afloren en un estado de paranoia permanente. En un infierno sudoroso en el que auto-exiliarnos… sin posible vuelta a una realidad que, a estas alturas, es indistinguible de nuestras peores pesadillas.

Kings of the Night, cuentacuentos en peligro

Mientras, en una prisión situada en el corazón selvático de Costa de Marfil, conocemos a un joven reo que acaba de entrar en dicha cárcel. En La Nuit des Rois (Kings of the Night), Philippe Lacôte se luce, tanto desde la escritura como desde la dirección, en un ejercicio sostenido de performance colectiva: resulta que el protagonista de esta historia va a tener que contar otra; erigirse en narrador magistral ante el público más difícil. Su vida depende de ello.

Esta posible revisión de Sherezade y sus “mil y una noches”, apabulla por una puesta en escena a la altura de tan críticas circunstancias, pero también por su igualmente impresionante capacidad para proponer segundas lecturas. Cuando parece que ya hemos aprendido a tomarle el pulso, la película nos lleva por derroteros fantásticos en los que la magia que solo puede ser invocada por ritos de brujería, sirve tal vez para entender las brutales dinámicas en las siempre convulsas transiciones de poder. Es la ficción más increíble… convertida en fiel espejo de una realidad espantosa, se mire como se mire.

Conference, un alegato contra la represión

Un experimento similar (aunque ejecutado de forma radicalmente distinta) se lleva a cabo en Conference, de Ivan I. Tverdovskiy. Se trata de un doloroso ejercicio de resurrección de los fantasmas de la crisis de rehenes del teatro moscovita Dubrovka.

17 años atrás, recordemos, un ataque terrorista de bandera chechena fue implacablemente sofocado por el gas tóxico liberado por unas fuerzas de la ley con poco o directamente ningún aprecio por la vida humana. Ahora, este director ruso se apoya en los mecanismos de la representación para erigir un valiente alegato en contra de la represión que los fuertes ejercen sobre los débiles.

Oasis, un cuento terrorífico

Hablando de… Oasis, de Ivan Ikic, es un terrorífico cuento en el que lo sórdido es la incómoda puerta de entrada hacia la cara más oscura del ser humano. Desdibujando las líneas que separan la realidad de la ficción, este cineasta serbio nos mete de lleno en un centro para jóvenes con discapacidad mental, para trazar un retorcido triángulo amoroso entre tres de sus residentes.

Un romance maldito que nos irá descubriendo, poco a poco, un inenarrable entramado de explotación en el que, de nuevo, las posiciones de supuesta superioridad no harán más que destapar las miserias de un sistema moral totalmente pervertido.

Walden y Honey Cigar, amor (supuesto)

El -supuesto- amor es usado también como pretexto tanto en Walden, de Bojena Horackova, como en Honey Cigar, de Kamir Aïnouz, En la primera película, se establece un diálogo entre el presente y el pasado (el de la Lituania a punto de escapar de la etapa comunista) para que el intento de construcción de un idilio romántico, nos haga reflexionar sobre la imposibilidad de vivir el presente: por las esperanzas que constantemente volcamos en el avenir; por cómo nos empeñamos en refugiarnos en la idealización de tiempos pretéritos.

En el segundo film, la década de los noventa en Francia es vivida por una joven de ascendencia argelina, con la incertidumbre y excitación con la que siempre se experimenta la entrada en la edad adulta.

Un coming of age inteligentemente planteado y desarrollado, con un respeto hacia los códigos del género que se rompe gloriosamente con una visión que, por fin, rompe con la concepción occidentalo-céntrica del mundo con la que nos hemos criado.

Fucking With Nobody, cultura poser

Las respuestas ya no tienen por qué encontrarse en Europa, sino que tal vez aguarden en África. En cualquier caso, el sexo se impone como liberación… aunque otros vean en él una condena. En Fucking With Nobody, de Hannaleena Hauru, la cultura poser de las redes sociales se desnuda en una comedia aparatosa ideal para destruir, una vez más, las barreras que deben ayudarnos a distinguir las verdades de las mentiras.

Se trata de una comedia que se ríe de los temores con los que nos acercamos a los terrenos en los que teóricamente deberíamos sentirnos más liberados. Pero sobre todo es un dispositivo diseñado para arremeter contra la irrisoria necesidad que tan a menudo sentimos de proyectar al mundo una imagen que para nada se corresponde con quién realmente somos.

Crisis de identidad para hablar de un presente en crisis. A propósito de esto, de repente encontramos Apples, de Christos Nikou, curioso relato filo-distópico muy a la griega, en el que la amnesia (es decir, el olvidar nuestra propia identidad) se convierte, paradójicamente, en la ocasión perfecta para redescubrirnos a nosotros mismos.


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