El coronavirus lo impregna todo. También esta columna del cineasta Jorge Naranjo, que nos anima a aprovechar el confinamiento para escribir esa historia tantas veces postergada

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18 Mar 2020
Jorge Naranjo
the nest

Pocos días después de publicarse Azorín, el primero de estos puntosdegiro, le comenté a Alejandro Ávila, director de FilmAnd, que ya sabía de qué trataría el próximo artículo –Billy Wilder y sus secretos de escritura-, pero la realidad ha vuelto a batir a la ficción y el coronavirus lo impregna todo, hasta esta columna.

¿Y por qué? ¿Qué necesidad hay de hablar de esta crisis humana y sanitaria en unos párrafos sobre escribir guiones? Pues mucha, porque el confinamiento doméstico de quince días (que previsiblemente se alarguen) al que nos obliga esta situación ha generado la mejor circunstancia para escribir ese texto que llevamos tantos meses (o años) postergando.

Si hay algo que puede ayudar a hacer más llevadera esta reclusión es la creatividad.

Ese largometraje, corto, pieza teatral, novela, relato o microcuento al que nunca damos suficiente espacio en nuestras ajetreadas vidas sabe que ahora, por fin, no hay excusas. Y eso es una ventaja, claro. Pero también una pesadilla, porque ya no hay escapatoria. Y en momentos así, o hacemos el esfuerzo de sentarnos y sacar unas páginas, o igual conviene montar una tintorería, que eso no cierra ni ante una pandemia.

Y quien dice escribir, dice dibujar, componer música, confeccionar un vestido, inventar recetas… Porque si hay algo que puede ayudar a hacer más llevadera esta reclusión es la creatividad. Una creatividad que, además, se alimenta de su extremo contrario, el aburrimiento, porque es ahí donde surgen de las ideas.

Pero, desde que saltó el estado de alarma, no cesan de llegar informaciones y convocatorias para bailar en las terrazas, aplaudir en los balcones, entrenar en directo en Instagram. Hemos sido bombardeados con memes, chistes, noticias ingratas, ataques, sustos y momentos emocionantes… Y todo eso está bien, y es necesario que exista, pero teniendo en cuenta que ya somos una especie bastante despistada, por qué no aprovechar esta situación para concentrarnos.

Tenemos que hacer un esfuerzo para estar más pendiente de lo que queremos y necesitamos que de lo que nos quieren vender y contar

Todos sabemos lo útiles que son las redes sociales ahora, y que un mensaje de whatsapp de la persona apropiada en el momento preciso genera un chute de adrenalina que no se consigue ni viendo por primera vez “La jungla de cristal”, pero quizás tenemos que hacer un esfuerzo para estar más pendiente de lo que queremos y necesitamos que de lo que nos quieren vender y contar.

Soy consciente de que esto es más fácil decirlo que hacerlo. Yo mismo llevo demasiados días intentando escribir más de lo que lo hago, pero al menos sé que lo estoy intentando, que estoy en el camino, y eso me da paz y, espero, un guion nuevo. No me cabe de duda de que pronto tendré que volver a apagar el teléfono durante varias horas al día y olvidar todo lo que esté pasando fuera de mis cuatro paredes hasta que no haya avanzado todo lo que pueda avanzar en una jornada.

Como dice el guionista David Muñoz en su cuenta de Twitter, un guion de largo tiene una media de 90 páginas, lo que equivale a una película de hora y media. A seis páginas por día, en dos semanas lo tenemos. ¿A qué esperamos? ¿A que dejemos de tener el tiempo y el espacio? Todos sabemos que esta cuarentena no va a durar siempre. Y la imaginación no es solamente nuestro oficio. Es también parte de nuestra salud. Y la llave de nuestra libertad.

Fotograma de portada: Estallido (Wolfgang Petersen)


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