Donde estoy, qué fue de mí
acaso ya no existo,
solo es un sueño pasajero.
¿Qué haces, pajarillo?
¿Por qué me miras de esa forma?
¡Espera! Que te doy la libertad.
Quisiera yo volar también contigo
a los trigales floridos,
a los bosques y a los nidos.
Donde tú vayas, allí estaré también contigo
no me mires de esa forma,
que te espero.
Quiero cabalgar contigo,
bajaremos a las colinas,
allí comeremos juntos. Yo, pan. Tú, trigo.
Gritaremos a los vientos:
¡Somos libres! Libres como el viento
y las aguas de los mares y los ríos.
¡Libres! ¡Libres! Quiero gritar, que nos oigan todos
que me fui lejos contigo
y allí cantamos, amamos.
Pero se le fue la vida a mi amor,
el pajarillo, estoy solo otra vez
como siempre, como antes.
Solo y perdido, miro la ventana
pero todos pasan, no miran,
son como máquinas.
Tornillos de la gran máquina
que es la ciudad, con sus ruidos escalofriantes
que me dan una especie de vértigo.
Como si quisiera arrojarme a uno de esos autobuses
y acabar de una vez,
y marchar al mundo de las tinieblas, del silencio.
Y sin ruidos volver otra vez a volar
con mi amigo, aquel de las alas
¡Sí! El pajarillo.