Dos reflexivas miradas sobre los males de nuestra sociedad más contemporánea, bajo la magnética presencia de Alfredo Castro en la película y la inteligencia incisiva de Santiago Sierra en el documental

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17 Mar 2025
Carlos Loureda
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Sin lugar a dudas, lo mejor de un festival de cine es la correspondencia que se establece entre las diferentes películas. Con temas y formatos tan diferentes muchas de ellas hablan entre sí en un diálogo que se enriquece según avanza la programación.

Nadie podía imaginar que una ficción sobre un huérfano que trabaja como lustrabotas en la capital de Bolivia y un fascinante documental centrado en Santiago Sierra, legítimo y único heredero directo de Francisco de Goya y Lucientes, que une el mejor arte español del siglo XVIII y XIX al del XXI, abordasen el mismo tema.

Vinko Tomičić Salinas, el director de El ladrón de perros (sin duda, la referencia a El ladrón de bicicletas y la miseria que sufre gran parte de la población no es pura coincidencia), sitúa a su protagonista en la única capital del mundo que parece haberse detenido en el tiempo, La Paz.

Un adolescente que limpia zapatos y sufre el acoso de sus compañeros no encuentra otra salida que el secuestro del perro de un señor acomodado, que había comenzado a ayudarle.

Un oficio, el de limpiabotas, que incluso en el rodaje hizo que fuesen expulsados de un lugar. El propietario no se dio cuenta de que se trataba de una película y quiso echar al protagonista del local según lo vio entrar.

Por su lado, Santiago Sierra hace justo 25 años, en marzo de 2000, en la mexicana ACE Gallery presentó su performance e instalación: Persona remunerada para limpiar el calzado de los asistentes a una inauguración sin el consentimiento de estos.

Ambas obras hablan de la deriva neoliberalista y fascista que se ha acrecentado con los inimaginables líderes de, cada vez más, gobiernos en el mundo, la miseria que inunda nuevas capas de la sociedad y la estupefacción con la que la sociedad civil se queda inmovilizada viendo este desastre, o lo que es peor, votando a estos impresentables tele-presentadores de una realidad fake y falseada, siempre, a su conveniencia.

 

Cine de ficción y no ficción que propone una mirada crítica y reflexiva sobre los males de nuestra sociedad más contemporánea, bajo la magnética presencia de Alfredo Castro y la inteligencia incisiva de Santiago Sierra, en El dedo en la llaga, de Enrique Palacio.

Citando a Goya si el sueño de la razón produce monstruos, el sueño de la sinrazón nos ha traído este siglo. Sin embargo, si él tituló su último grabado, el de un anciano apoyándose como puede en un bastón, ‘Aun aprendo’, dejándonos un halo de esperanza, Santiago Sierra parece recordarnos que ya no queremos aprender.

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