El panorama de no ficción andaluz reafirma su potencia creativa con dos de los mejores documentales que se hayan estrenado este año en nuestro país. Dos películas que nos recuerdan imprescindibles afirmaciones sobre la naturaleza más íntima del cine. Verdades que, a veces, parecemos olvidar.
Caja de resistencia es un tour de force cinematográfico de alto voltaje. Su misión reconstruir un cine que las circunstancias políticas españolas del momento impidieron que se viese en la gran pantalla.
Todo cine es político o no es cine. El cineasta sevillano, Fernando Ruiz Vergara (1942-2011), censurado por decir verdades incómodas, exiliado a Portugal y olvidado por la industria y el público, hizo del activismo cinematográfico su profesión de fe.
El mismo día del 23F de 1981, en el que unos militares querían acabar con la democracia en este país, los cuatro hijos de José María Reales Carrasco, antiguo alcalde de Almonte con Primo de Rivera, se querellaron contra el director del documental Rocío y Ana Vila, guionista del mismo, por señalar a su padre como responsable de 100 asesinatos (99 hombres y una mujer) en 1936.
Y también por escarnio de la religión católica y ultraje público de las ceremonias en honor a la Virgen del Rocío porque el cineasta afirmaba, entre otras muchas cosas, que el Rocío era una romería exclusiva de señoritos a la que pueblo no tenía acceso. El resultado, tres años después, fue la prohibición por el Tribunal Supremo de la exhibición del documental. Aún hoy en día, Rocío nunca ha sido estrenado.
Alejandro Alvarado y Concha Barquero reparan los errores de la historia, a través del legado escrito y visual de Fernando Ruiz Vergara. Con sus escritos, documentos, guiones, confesiones, diarios, apuntes, notas o testimonios van reconstruyendo su obra. Películas que el cineasta había concebido, pero que nunca llegaron a realizarse completamente, que llaman al despertar de una población: Otelo a Presidente, Guadalquivir, Una sardina para tres.
Con un montaje sonoro potentísimo, una creatividad que da fuerza a unas imágenes de archivo que parecen cobrar vida ante el espectador y un profundo respeto por las indicaciones del cineasta se ha podido recupera en parte la herencia cinematográfica de Fernando Ruiz Vergara.
El encuentro de los cineastas con el director, justo un año antes de su fallecimiento, nos recuerda que el cine es una línea directa que nunca tiene un punto final sino muchos puntos suspensivos en los que cada creador sigue aportando su mirada. El cine se reinventa y reinventará desde sí mismo hasta el infinito.
Otro de los hitos de este año en el imaginativo terreno de la no ficción, presente en el festival de Sevilla, también tiene como motivo las procesiones de Semana Santa. Los restos del pasar de Alfredo Picazo y Luis (Soto) Muñoz recrea la infancia de Antonio Reyes en el pueblo cordobés de Baena durante la celebración de estas fechas tan colmadas de sentido para sus habitantes.
Con una impagable fotografía en blanco y negro, que recuerda el momento más glorioso del neorrealismo italiano, la película nos invita a un deambular sensorial y existencial sobre la iconografía de las procesiones, las conversaciones íntimas del pequeño protagonista que desea comprender qué le espera en la vida o los juegos de los niños del pueblo que dudan entre lo dionisíaco y lo apolíneo (lo que ven y lo que sienten).
Otro de los grandes logros del cine documental más creativo del año que también afirma otra de las grandes verdades sobre el séptimo arte: solo el cine puede vencer a la muerte.