Un canto a la soledad, pero también a la esperanza. Fue el propio Frank Sinatra quien popularizó Blue Moon, aquella sutil, agridulce balada escrita por Lorenz Hart y Richard Rogers en los años 30, cuyos ecos se han repetido a lo largo de la historia del cine casi una decena de veces hasta llegar a Grease.
Casi un siglo después de su creación, Richard Linklater (Boyhood, Antes del amanecer) regresa a una noche crucial para Hart, un artista inmerso en una crisis existencial en la que el amor, la amistad y la inspiración parecen haberse desvanecido entre gotas de bourbon.
La música, el diálogo y, por supuesto, Ethan Hawke. Hay en Blue Moon muchos de los ingredientes favoritos de unos de los mayores cineastas indies norteamericanos. Pero si hay uno que, quizás, prevalece es el de la epifanía: ese momento concreto en el que una revelación hace cambiar la vida de su protagonista.
Con un aire calculadamente teatral, Linklater nos va enamorando, paso a paso, del extravagante personaje encarnado por Hawke, en unas de esas interpretaciones excéntricas, camaleónicas, a las que Hollywood ha otorgado tradicionalmente un lugar privilegiado en su carrera de premios.
Afirma Hart que en el amor solo hay sitio para el que ama y el que es amado. Para la falta de correspondencia. Y él es de los que aman: la vida, los hombres, las mujeres… el aire que respiran. Pero sin verse correspondido a sus 48 años ni por su protegida -una Margaret Qualley que vuelve a dejarnos boquiabiertos tras sus hazañas interpretativas en La sustancia (Coralie Fargeat) y en Érase una vez en Hollywood (Quentin Tarantino)- ni por su pareja artística, Richard Rodgers (Andrew Scott), que vive su gran noche de gloria en la premiere del musical Oklahoma!.
Linklater aprovecha el contexto de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos para reflexionar sobre el humor. Sobre cómo la osadía, el sarcasmo y las connotaciones sexuales del ingenio de Hart dejaron de tener cabida en un mundo en guerra, que acudía en masa al mundo del espectáculo solo en busca de evasión… y de poca victoria (artística).
Sus diálogos vibrantes, su contemporánea reflexión sobre el humor y el entretenimiento banal y la soberbia interpretación de Hawke convierten Blue Moon en una de las pequeñas grandes joyas de la filmografía de Linklater.