La Berlinale comienza con fuerte presencia de la producción nacional en el País Foco del mercado europeo cinematográfico (EFM) y en impaciente espera del estreno de la joya de Eva Libertad, Sorda

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16 Feb 2025
Carlos Loureda
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75 años cumple la Berlinale estrenando nueva directora, la británica Tricia Tuttle. Una edición en la que España será el séptimo ‘País Foco’ del EFM (European Film Market), tras México, Canadá, Noruega, Chile, los Países Bálticos e Italia, con una delegación de 400 profesionales del sector audiovisual.

Si bien la presencia en el mercado cinematográfico no puede ser mejor, la selección nacional de títulos en el 75º Festival Internacional de Cine de Berlín no está a la altura de la creatividad y riqueza que merecen nuestras producciones.

Solo la coproducción argentino-uruguaya-española El mensaje, de Iván Fund, logra situarse en la Competición Oficial y Sorda de Eva Libertad se mostrará en la Sección Panorama. Esta última, deliciosa y delicada ópera prima que no sería extraño que alcanzase el favor de la crítica y el público berlinés. Pero ‘embargo obliga’ y no podemos decir más, salvo que Sorda será una de las películas del año y ya la vemos directamente en los Goya de 2026.

Junta a estas, Only on Earth, de Robin Petré (coproducción con Dinamarca) y Juanita, de Karen Joaquín y Uliane Tatit, compiten en la sección Generation; Portales, de Elena Duque, en Forum Expanded; y Casi septiembre, de Lucía G. Romero, que ya nos hipnotizó con Cura Sana, en Berlinale Shorts. Por último, la copia restaurada de Vestida de azul, de Antonio Giménez-Rico, se proyectará en Berlinale Classics.

Finaliza el primer fin de semana del festival y ya han aparecido dos apasionantes muestras de lo mejor que la cinematografía actual puede mostrar a los espectadores. Dos películas que se dirigen a uno de los sectores de público que menos frecuenta las salas de cine, la franja de los 20 a los 30, que se verán perfectamente reflejados en ellas.

La directora francesa Léonor Serraille presenta Ari, su tercer film en la Sección Oficial, tras su premio Caméra d’or, por Jeune femme, de Un certain regard en el Festival de Cannes de 2017 y Un petit frere, también seleccionada en el festival francés y en el de Sevilla.

Ari, nombre del protagonista de la película e interpretado sublimemente por Andranic Manet, es un joven de 27 años que no encuentra su lugar en esta sociedad. Sobrepasado en su clase, acaba desmayado ante sus jovencísimos alumnos, expulsado de la casa familiar por sus continuos fracasos, Ari decide rencontrar a sus antiguos amigos y vagabundear hasta comprender qué espacio y qué papel le corresponde en un entramado social, laboral y económico que no acaba de asimilar.

La cineasta francesa sitúa la cámara, durante gran parte del metraje, a escasos centímetros de la cara del protagonista. Andranic Manet transmite en cada uno de sus gestos, las dudas, inquietudes, sorpresas o descubrimiento que la va le va ofreciendo.

Por otra parte, en este coming-of-age de sensaciones hacia la verdadera edad adulta, en una sociedad en que los jóvenes retrasan el ingreso a la madurez cada vez más tiempo, la directora añade en el guión inteligentes referencias pictóricas, Odilon Redon o el cuadro de 1861 de Carolus-Durand, El hombre dormido (expuesto en el Museo de Bellas Artes de Lille), para explicar la evolución del personaje.

Otra figura que explica parte de su personalidad es el hipocampo. Un animal acuático monógamo, con solo una pareja durante toda su vida, y una de las pocas especies en las cuales el macho incuba los huevos.

Es curioso cómo se comunicante entre sí dos propuestas de países tan diferentes como Francia y Grecia. En Our Wildest Days (I agries meres mas) también la protagonista huye de la casa familiar y comparte rango de edad.

Daphne Patakia, la actriz de Benedetta, deslumbra en pantalla en la ópera prima de Vasilis Kekatos, ganador de la Palma de Oro al mejor cortometraje por La distancia entre nosotros y el cielo, en el festival de Cannes de 2019, y creador Milky Way, primera serie griega seleccionada en el festival Séries Mania de Lille.

Otro coming-of-age generacional complementario del francés. Mismas dudas ante el futuro, desengaño por una sociedad en la que se acaba de encajar y, en el caso de Kekatos, una agridulce radiografía de su país.

Chloe, fugada de su casa, emprende un viaje a través del país uniéndose a un grupo de jóvenes aventureros. Vive con ellos en una furgoneta, ayuda a otros desheredados del sistema, lavándoles la ropa, pero no todo es buenismo, también hay un lado oscuro en el grupo al que se ha unido.

Hay mucho más que sol, playas y luz en un país que no se ha recuperado de la crisis y que, pese a sus buenos resultados macroecónomico actuales que deberían producir bienestar y riqueza, estos todavía no han llegado a la sociedad civil.

A Vasilis Kekatos le gusta jugar con las referencias y en su serie, Milky Way, no dudó en enfrentar a María y a José, nombres tan bíblicos, frente a un embarazo no deseado: no hay patriarcado tan poderoso, ni siquiera en Grecia, frente a una mujer que decide tomar el control de su cuerpo.

En una sociedad donde “Educación” y “Asuntos Religiosos” van de la mano en el mismo ministerio desde 1833, es lógico que la generación de María no sepa mucho de contracepción. Ahogada por un entorno que le intenta convencer de que lleva dentro un regalo de Dios, María busca su liberación. Junto a su compañero forman la Santa Familia que se dirige a un Belén, donde el milagro no requiere nacimientos de niños.

Así que, entre el giro invertido de Venus y el alto valor del cunnilingus, en Milky Way vemos cómo en la mesa de la cena (por suerte, no la última) que “se sirve solo a cristianos ortodoxos”, se va sentando más gente: la que tiene la valentía de seguir adelante a pesar de que la traten de prostituta (las nuevas Marías Magdalenas) o los que embellecen y animan el ambiente con su catwalk (los nuevos habitantes de Sodoma y Gomorra).

Si en Milky Way el respeto es más importante que el orden, en Our Wildest days el desorden es más importante que el futuro. Aquí el cineasta griego se lanza a romper la tradición aristotélica del habitual planteamiento, nudo y desenlace y la deja sin tercer acto. Y la película no se resiente, sino que se engrandece. Si el final, es previsible a los 70, 80 o 90 y nadie tiene interés en conocerlo, a los 20 ni siquiera se plantea su existencia.

En Our Wildest days los protagonistas hacen como Venus, que es el único planeta que gira al revés, y adjuntando, en esta ocasión, el alto valor del anilingus, los invitados a la mesa de la cena ya no son solo amigos, se han convertido en la nueva familia del siglo XXI.

Ari y Our wildest days trasladan el género del coming-of-age a otra dimensión. Hasta ahora realizados desde fuera para intentar comprenderlos, estas dos películas se sitúan desde dentro para que los espectadores lo vivan en su propia piel. Cine fresco, agridulce, esperanzador y aterrador al mismo tiempo, como los tiempos que nos han tocado vivir.


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