Basada en una novela de Margaret Atwood, esta serie de la HBO pone sobre la mesa en forma de distopía un debate incómodo –para muchos– que no está tan alejado de nuestra sociedad como parece. Plagado de símbolos, ‘El cuento de la criada’ apunta a muchos conflictos vinculados con la opresión y los roles de las mujeres en el mundo.

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23 Jul 2017
Esther Lopera
the nest

HBO nos presenta The handmaid’s tale / El cuento de la criada, una serie creada por Bruce Miller y basada en la novela homónima de la escritora canadiense Margaret Atwood. Relata una representación de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana, o lo que es lo mismo, una distopía que dibuja con detalle la pesadilla más insufrible de una mujer.

Atención: esta serie no es una serie cualquiera, desgrana una trama original y de difícil construcción capítulo a capítulo. Esa es una de sus múltiples bazas. Por ello, nos vemos con la obligación de informarte de que este texto rebosa spoilers por doquier, así que si todavía no la has visto y eres uno de esos personajes que no leen las sinopsis ni ven los tráileres, deja de leer ahora. Lo entendemos y no te lapidaremos.

La pesadilla

The handmaid’s tale cuenta el drama en primera persona de Offred, interpretada por Elisabeth Moss, preciosa lady que nos enamoró con sus interpretaciones en las series Mad Men o Top of the lake. Offred es una mujer que sobrevive en la República de Gilead, un país que pertenecía a los Estados Unidos y que nos recuerda al escenario futurista de Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006). Los desastres medioambientales y un grave descenso de la natalidad provocan que la democracia dé paso a una teocracia autoritaria y represiva en la cual la mujer es subyugada. Las más afortunadas forman parte de la nueva aristocracia, donde practican el “feminismo doméstico”, algo así como dedicarse a “sus labores”.

Mientras, las pocas mujeres fértiles que quedan, como Offred, son capturadas y convertidas en criadas -con cofia y vestido de terciopelo rojo- y deberán aprender sus nuevas obligaciones, bajo la mirada de Dios. Este nuevo ejército se formará en campos de concentración donde el nuevo credo se apropiará de sus almas, sino las desgarra antes la dura institutriz Ann Dowd (The Leftovers), quien tiene la responsabilidad de enseñar los nuevos valores de esta sociedad enferma. Una vez acabada la formación, el Estado podrá destinarlas a las casas de los poderosos, escenario en el que las nuevas criadas deberán convivir con la pareja y abrirse de piernas -en su momento más fértil- en una ceremonia dantesca destinada a que el hombre pueda implantar su esperma, ante la amenazante mirada su mujer.

Este relato incómodo e hiriente se corona con una bella estética donde la fotografía toma protagonismo en cada capítulo. La fotografía se suma a la dirección de mujeres de culto, como Floria Sigismundi, fotógrafa y directora de los videoclips de Bowie, Interpol o Björk, entre muchos otros, quien dirige dos capítulos, a los que aporta su especial universo de elegancia y color.

Deconstrucción de una distopía

Bruce Miller pone sobre la mesa en forma de distopía un debate incómodo –para muchos- que no está tan alejado de nuestra sociedad como puede parecer. La serie busca su base en la historia de los derechos de la mujer y en cómo estos han sido violados a través de los años. Por ello, la mujer encuentra aquí un caldo de cultivo con el que reivindicar su papel en el mundo. A continuación, revisamos algunos de los temas que se exponen y te invitamos a hacer un análisis frío y distante, comparándolo con nuestra sociedad actual.

La alienación

El Estado, formado por hombres, procede a una limitación o condicionamiento de la personalidad, que impone al individuo y a la colectividad por factores externos sociales, económicos y culturales. La República de Gilead se escuda así y convierte a la mujer en un objeto mercantil. Un vientre con el que comerciar con los países vecinos y un ente usado para facilitar el día a día de una sociedad enferma.

La mujer, a sus labores

La mujer debe obedecer al hombre. No puede leer, no tiene voz ni voto. Tan solo puede tejer los calcetines de lana de sus anhelados hijos, mientras esperan que el todopoderoso decida ofrecerles un hijo, a través de un vientre prestado. Ante este escenario, es curioso como el Comandante (Ralph Finnes), el gran villano de la serie, cuenta con un momento de gloria y es justamente cuando su mujer, la bella y estricta Serena (Yvonne Strahovski), muestra sus dotes de mando ante los teócratas, dejando claro que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer. Es también en este momento cuando Serena recupera la admiración del Comandante.

Un ejército fértil

Las mujeres fértiles son capturadas y privadas de su libertad, ninguneadas al robarles sus nombres y sometidas a una dura formación. A las desobedientes les espera un plato frío: la destrucción de su belleza física, la mutilación de algunas partes de su cuerpo y, en el peor de los casos, la lapidación pública a manos de sus iguales. No pueden sentir, no pueden mirar, no pueden ser. Solo pueden prepararse para obedecer, ofrecer su cuerpo para procrear y volver a empezar. Y las que consiguen escapar adquieren el estatus de refugiadas en los países vecinos.

El amor está prohibido

El amor se entiende como lujuria y está prohibido en este mundo. Solo se admite y se venera el amor procesado a Dios. Eso sí, a los hombres bien posicionados se les permite vivir el amor, en forma de pecado y en burdeles escondidos. Gais y Lesbianas son repudiados y colgados en los muros de la ciudad, donde yacen sus cuerpos como trofeos expuestos. En este sentido, la serie parte de la premisa de que todas las historias de amor acaban en tragedia y por ello, el amor se castiga con la muerte.

Bajo la mirada de Dios

Offred y el resto de criadas se saludan cada día con la frase “Bajo su mirada”, una fórmula que describe claramente que todo lo que ocurre en esta sociedad se premia o se castiga, bajo la mirada de Dios. La baja natalidad es justamente un castigo del todopoderoso, quien ha dado la espalda a una sociedad basada en el consumismo y la autocomplacencia, según los teócratas, dígase de esos humanos que utilizan la palabra de Dios para implantar sus ideas.

Con todo, es inevitable que nombres actuales de féminas luchadoras como Nawal El Saadawi acudan a la mente. Tras finalizar la primera temporada, formada por 10 capítulos, resulta imposible no extraer cada uno de los símbolos que esconden sus diálogos, analizar su poderosa imagen y enloquecer con su trama. Este cuento se atraganta deliciosamente en el estómago de los más exigentes, convirtiéndose en algo imprescindible, tanto si eres hombre como si eres mujer. A los teócratas de nuestra sociedad se la podemos ahorrar, no vaya a ser que cojan ideas.


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