Sergio Crespo Te quiero hermano

Sergio y Gonzalo Crespo presentan el documental ‘Te quiero hermano’ (2017) que narra la historia de sus tíos abuelos, dos estepeños que murieron en el campo de concentración de Mauthausen. Tras pasar por algunos festivales, el próximo mes de enero se presentará en Estepa con los protagonistas del filme.

15 Dic 2017
Ignacio Gutiérrez
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El documental Te quiero hermano (2017) narra la historia de dos andaluces que murieron en el campo de concentración de Mauthausen. Los hermanos Sergio y Gonzálo Crespo dirigen este filme en el que rescatan del olvido una historia silenciada de su familia. El documental rebusca en el pasado y el presente a través del viaje de dos hermanas siguiendo los pasos de su abuelo y su tío abuelo desde Estepa hasta el campo de concentración de Austria. La cinta reivindica la reparación histórica y el homenaje a los andaluces que sufrieron en los campos de concentración nazis. Sergio Crespo, la mitad de la dirección del documental, conversa con Filmand.es sobre cómo surgió el proyecto, las particularidades del rodaje y sus sentimientos al enfrentarse como director a una historia familiar.

 

Ignacio Gutiérrez (IG): Te quiero hermano (2017) cuenta una historia que supongo que os ha acompañado siempre en vuestra familia, ¿cómo surgió el proyecto? Es decir, ¿en qué momento os disteis cuenta de que queríais convertirla en un documental?

Sergio Crespo (SC): La memoria democrática siempre nos ha interesado. De hecho, ya hicimos una serie para Canal Sur que se llamó La Guerra Civil en Andalucía y otra para Aragón. Teníamos en mente hacer un documental sobre la huella de los nazis en Andalucía. Pensando en este tema se nos vino a la cabeza esta historia familiar que siempre había estado presente en nuestra casa y entonces nos dijimos “¿y si contamos la historia de nuestros tíos?”, que además era algo que teníamos pendiente. Gonzalo y yo siempre hemos contado historias de otros, pero normalmente no contamos la nuestra, la de nuestra familia. Decidimos correr el riesgo. El hecho de ser padres los dos también nos alentó: es una historia que a mis hijos se les va a quedar lejos, hay como una necesidad vital de que mis hijos sepan de donde vienen y que eso que pueden ver en las películas no está tan lejos de ellos, sino que es algo que ha afectado a su familia. Creo que es una manera de querer dejarles un legado a los que vienen detrás, a los míos y a las nuevas generaciones. Las películas de los nazis les quedan como del siglo pasado y no debería de ser así.


IG: ¿Cómo os habéis sentido al enfrentaros a esta historia de vuestra familia?
SC: Estamos acostumbrados a preguntarle a la gente y estamos curados de espanto. Hemos escuchado historias muy terribles a lo largo de nuestra trayectoria, pero claro, cuando el que tienes delante es familiar tuyo, la cosa cambia, porque lo que te está contando no es su historia sino nuestra historia. Ejercer el periodismo documental con tu familia requiere de dotes periodísticas pero también de mucho tacto. De hecho, hay una parte de la familia a la que esta historia le incomoda. Es curioso, estamos casi en el 2018 y todavía en mi familia cuando alguien habla de esta historia baja la voz.

 

IG: ¿Cuál es la causa de este silencio?

SC: Se habla con voz baja por dos motivos: primero y fundamentalmente por miedo. Mis tíos no habían hecho nada, entonces, por analogía, si ellos terminaron en un campo de concentración, significa que no tenías que hacer nada para terminar igual. El miedo era atroz. Lo dice Remedios, una prima mía, en el documental: había que poner una losa encima de esta historia no por vergüenza sino para proteger a los que quedaban vivos. Por otro lado, contar esto en España hasta los años 80 era peligroso y te podía causar problemas en tu día a día. En este país no estaba bien visto haber muerto en un campo de concentración, algo habrías hecho. La España de hoy no tiene nada que ver con la España de los años cincuenta o de los setenta… Era un estigma del que había que esconderse, ya no solo porque te pudiera pasar lo mismo, sino porque te podía incomodar en las relaciones personales, te podían dejar de hablar… eran represalias de baja intensidad, pero represalias.

Te quiero hermano

Un fotograma del documental ‘Te quiero hermano’.

IG: ¿El rodaje de este documental ha sido un proceso liberador para la familia?

SC: En una parte de la familia, sin duda. Quienes se han sentido incomodados han sido muy pocas personas, sobre todo, por una necesidad de no remover las cosas… El resto de la familia se ha dado cuenta de que sí se puede gritar. Se ha dado cuenta de que cuando la gente escucha la historia nos dan una palmada en la espalda y nos dicen que podemos sentirnos orgullosos. Nuestros padres no sabían que esa historia podía resultar interesante o enternecedora o que fuera digna de admiración. Se han dado cuenta de que cuando lo contaban echaban fuera todo lo que tenían dentro. Para mi tía Lina, hija de uno de ellos, es absolutamente fundamental porque ha vivido siempre sin poder gritar que su padre murió en un campo de concentración.

 

IG: El documental narra el viaje de sus nietas a Mauthausen, ¿ha sido una producción complicada?

SC: Nuestra idea era hacer con sus nietas el mismo recorrido que habían hecho nuestros tíos hace ochenta años. Teníamos solo una oportunidad para captar la emoción que le producían cada uno de esos sitios porque esas caras, esas impresiones solo las podías captar una vez. Y eso o lo tienes o no lo tienes. Debíamos dejarles el espacio suficiente como para que de verdad pudieran sentirlo y al mismo tiempo mantener una distancia que nos permitiera ser testigos pero no partícipes. A todo esto se une que su viaje era también nuestro viaje, porque cuando ellas estaban viendo a su abuelo, yo estaba viendo a mi tío abuelo. Tenía muchos problemas para alejarme, para no abrazar a mis primas en algunos momentos. Desde el punto de vista profesional es muy difícil alejarte de una historia que te incumbe.

Te quiero hermano

Las protagonistas del documental en un momento del rodaje.

IG: ¿Cuándo se grabó el documental?

SC: Se rodó a mediados de diciembre del 2015. Visitar el campo de concentración de Mauthausen en invierno era algo importante para captar la dureza del entorno, porque es un sitio que en verano o en primavera está verde, bonito, allí está el Danubio… pero en invierno es áspero, duro, seco, plomizo. Desagradable al máximo. Queríamos que la fotografía lo expresara, no tener que forzarla. No queríamos enseñar un sitio precioso, queríamos que vieran su crudeza.

 

IG: Más de 1.600 andaluces terminaron en campos de concentración en la Alemania nazi. En Te quiero hermano contáis una historia familiar, pero, ¿es al mismo tiempo una historia no contada de Andalucía?

SC: Absolutamente. La historia de los andaluces en Mauthausen es una historia que está muy poco contada. Nosotros hemos coproducido un documental que se llama Los últimos andaluces en Mauthausen que era muy general. Pero se ha estudiado poco. En Te quiero hermano interviene Ángel Del Río de la asociación Amical de Mauthausen, que sí ha trabajado un poquito en este asunto. La pena es que los escasos supervivientes vivieron toda su vida en el absoluto olvido por parte de esta tierra. En los años de democracia no hemos sido capaces de restituir el honor y darle el homenaje que merecían estas personas. Podrían haber tenido un reconocimiento por parte de Andalucía y no hemos estado atentos. Se ha estado mucho más atentos a la Guerra Civil, pero es que estos se comieron la Guerra Civil y la Guerra Mundial enteras las dos.

 

IG: ¿Por qué salieron tus tíos de Estepa?

SC: Ellos se fueron a Madrid porque estaban aburridos del cortijo de su padre en Estepa. No tenían una motivación ideológica al cien por cien, se fueron al sitio más lejos donde tenían algún familiar. Entonces llega la República y les pareció buena idea alistarse en la Guardia de Asalto. A partir de ahí, una cosa les lleva a la otra: estalla la Guerra Civil y se ven obligados a combatir, van retirándose hasta Barcelona y al final tienen que saltar a Francia, donde los meten en el campo de concentración y luego empiezan a trabajan para los franceses. Se ven envueltos en una cadena de acontecimientos de la que ya es imposible escapar: desde que se alistan cuando estalla la Guerra Civil ya no hay manera de darle la vuelta a los acontecimientos… En Murcia habían cogido a un tercer hermano que también era Guardia de Asalto y lo fusilaron. No sabían si huir o no, pero tenían claro lo que le había pasado a su hermano. Decidieron irse y a partir de que cruzan no tuvieron oportunidad de escapar. La suerte estaba echada.

 

IG: El documental está coproducido por Canal Sur. Hasta ahora se ha presentado en la Semana de Cine de Autor de Lugo, el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y el Festival de Cine y Derechos Humanos de Madrid. ¿Dónde podrá verse Te quiero hermano?

SC: Tenemos la idea de mostrarlo en todos los festivales posibles. Festivales, sobre todo, relacionados con temática andaluza y temática de derechos humanos, memoria histórica, etcétera. Y es ahí donde estamos intentando colocar el documental. El próximo mes de enero vamos a presentar Te quiero hermano en Estepa, con toda la gente que sale en el documental. No será el estreno, porque ya se ha proyectado en festivales, pero sí la puesta de largo en casa.

 

IG: ¿Qué va a encontrar el espectador que vea Te quiero hermano?

SC: Una historia muy dura. No hemos querido coartarnos. Hay un momento en el que el documental se pone especialmente duro y teníamos dos opciones, parar y bajar la intensidad o seguir y apretar un poco más. Solo mediante la dureza es comprensible el final. Es imposible ponerte en la piel de mis tíos, que es el final del documental, si antes no se te revuelve un poco el estómago. No es gore, no hay sangre, pero es duro de ver.  Los espectadores van a encontrar una historia de dos estepeños cualesquiera, que podrían ser los tíos abuelos de cualquier persona de este país. Cualquier andaluz podría haber acabado en Mauthausen, porque ellos no hicieron nada. No queda tan lejos, mis primas lo repiten mucho cuando hablan con sus amigos y les dicen que esa historia es el pasado, que hay que pasar página… no es verdad, no está tan lejos, cuando uno va al campo de concentración se da cuenta de que el pasado parece el presente. Los muros de Mauthausen están allí, aquello es de granito, no se ha caído.


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