El director sevillano estrena en el SEFF su primer largometraje, ‘Que nadie duerma’, una “ficción que roza el documental” según sus propias palabras. En ella sigue el proceso creativo de Danza Mobile, compañía que integra en propuestas de diferentes áreas artísticas a personas con discapacidad.

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5 Nov 2017
Juan Antonio Bermúdez
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El director sevillano Mateo Cabeza estrena en el Festival de Cine Europeo de Sevilla Que nadie duerma. En sus propias palabras, se trata de “una ficción que roza el documental” y sigue el proceso creativo de Danza Mobile, compañía que integra a personas con discapacidad, a partir de uno de sus trabajos concretos: el desarrollo de la obra En vano, del coreógrafo Arturo Parrilla, y las vivencias de algunos de los integrantes de la compañía. Vuelve así a un Festival en el que lleva dos años participando con cortometrajes muy bien recibidos (Sevila Santa en 2015 y La vida sigue igual en 2016, éste último reconocido con un premio a la dirección).

 

Juan Antonio Bermúdez (JAB):  ¿Qué van a encontrar los espectadores de Que nadie duerma?

Mateo Cabeza (MC): Se van a encontrar un mundo sorprendente para quien no lo conozca. Puede incluso que después de ver la película el espectador haya cambiado algunos prejuicios, algunas ideas preconcebidas que todos tenemos, en este caso sobre la relación de la discapacidad con las artes, claro, pero también sobre las relaciones entre todos, entre todas las personas, con o sin discapacidad. La película es diferente porque la misma compañía Danza Mobile también lo es, no es lo que suele uno tener en la cabeza cuando piensa en una asociación de personas con discapacidad que desarrollan una actividad artística.

 

JAB: Sorprende el título. ¿Qué vínculo hay entre la famosa aria de Turandot y esta historia?

MC: Tiene una explicación muy fácil. La primera vez que fui al festival Escena Mobile, organizado por Danza Mobile, estuve en una obra que se llama Where is Down? y conocí ahí a Jaime, uno de los protagonistas de la película, y supe enseguida que quería hacer una película con él, seguirlo. Hay un momento al final en el que suena Nessum Dorma y él la está cantando a viva voz, se le escucha a él más que a Pavarotti. Luego, revisando el material en la edición, me acordé de ese momento y me encantó esa relación, me pareció rara, una asociación inconsciente pero que me parece que dice mucho de la película, cuenta mucho.

 

JAB: ¿Y cómo fue el acercamiento en sí a la compañía? ¿Cómo les propusiste hacer una película?

MC: Después de esas primeras veces en las que yo me había acercado como espectador a su trabajo, sentía que me habían sorprendido totalmente. Nunca había pensado que un chico con síndrome de Down podria llegar a bailar danza contemporánea de esa forma. Me animé a hablar con Esmeralda, la directora y todo fue rodado. Les pedí permiso para asistir a sus clases y todavía no sabía muy bien qué quería hacer.  Primero, tenía que romper mis propios prejuicios. Pero en todo momento tenía la idea de que había ahí una historia muy importante que contar. Todo se fue aclarando cuando al coreógrafo Arturo Parrilla, otro de los protagonistas de Que nadie duerma, le encargan un proyecto para el Mes de Danza de Sevilla, con la compañía Danza Mobile, que se convertirá luego en En vano, la obra que se recoge en la película.

 

JAB: ¿Crees que el documental que han encontrado o van a encontrar los integrantes de Danza Mobile se parece al que estaban esperando?

MC: No creo. Yo era consciente de que les iba a sorprender. Como te contaba, tuve la suerte de llegar en ese momento en el que se empezaba a construir ese espectáculo y de que en él estaba Jaime, el bailarín con el que yo quería trabajar. Junto con José Manuel, otro chico con síndrome de down, Manuel Cañada y el propio Arturo forman el grupo central de la película. Y ellos se abrieron totalmente a mí. Para mí, lo más importante de la película es la confianza que hubo desde el primer momento de ellos en mí. Y eso es lo que me ha permitido crear sin dar explicaciones.

 

JAB: ¿Porqué optaste por centrarte en unos personajes y no por un retrato más global de la compañía? 

MC: Quería contar la historia centrándome en una persona, Jaime en este caso. No quería contar algo genérico. Me daba miedo unificar a todos los integrantes de la compañía en uno, porque creo que ese es uno de los problemas que tenemos con respecto a las personas con discapacidad, que no las individualizamos, que las vemos a todas iguales. Me interesaba destacar la individualidad de cada uno, su capacidad creativa, su personalidad. Y eso es algo que también tienen muy claro en Danza Mobile. Pero en realidad, muchas de estas cosas también las he ido descubriendo a medida que iba haciendo la película. Ellos me han ayudado un montón a identificar la individualidad de cada uno.

 

 

JAB: Entiendo que has trabajado con un guion muy abierto o sin guion.

MC: Sí, era un plan que se iba adaptando a todo lo que iba encontrando. Y yo tenía muy claro que no quería interferir en lo que ellos hacen en el día a día. Siento que ya hay un punto en el que eso es inevitable: yo voy a hacer mi película y escojo un punto de vista, sitúo la cámara en un determinado lugar y luego en el montaje voy a seleccionar. Siempre hay una ficción aunque se roce el documental, porque uno crea su mundo. La cuestión era pasar mucho tiempo con ellos pero no obligarles a modificar nada de lo que iban haciendo delante de la cámara y no meter la cámara donde no me llaman. Cuando trabajas así, te puedes encontrar con momentos muy jugosos, y que casi rocen el morbo, pero uno tiene que saber que eso no se recoge, no, lo siento, no los incluyo. Ante todo está lo que ocurre, la persona. Y meterse ahí sería hacer primar el egoísmo de uno mismo. Si acepto eso, la película ya cambia. Yo confío mucho en que desde el respeto es como mejor voy a poder captar la verdad, desde el respeto a la integridad de cada uno es como mejor puedes conocer cómo son.

 

JAB: Todo lo que has hecho hasta ahora está hecho de forma muy independiente. Tú eres tu propio productor, montador, guionista…

MC: Me gusta trabajar con un equipo muy reducido, y en ocasiones yo solo. Y muchas veces ya no es solo por un problema económico, no es solo que no pueda pagar a otros colaboradores, sino que los mismos proyectos requieren una intimidad, un equipo muy corto. Que nadie duerma es un buen ejemplo de eso. Los tiempos, las dificultades del rodaje y sobre todo el hecho de buscar una cercanía que hiciese sentirse cómodas a las personas que teníamos delante de la cámara, no aconsejaban que hubiese mucho aparataje ni mucho equipo humano.
Y por otro lado, también me gusta muchas veces ir con la cámara, aunque no tenga intención de grabar una película concreta. Llevo la cámara a ver qué me encuentro, como una herramienta antropológica que me permite conocer mejor lo que tengo delante. Es algo así como quien lleva una libreta y toma notas.

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