Antonio de la Torre interpreta a un joven Pepe Mujica en una película dirigida por Álvaro Brechner sobre la esperanza que sobrevive en la larga noche de la tortura. Compite por el Colón de Oro en el Festival de Huelva

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21 Nov 2018
Alejandro Ávila
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Una flor crece en una orinal. Es la mejor metáfora visual que Álvaro Brechner nos ha podido brindar. Porque su película, La noche de 12 años, que compite por el Colón de Oro en el Festival de Huelva, es una obra de contrastes. Sensorial y onírica. Angustiante y esperanzadora. Luminosa y oscura.

Antonio de la Torre es el dueño de esa pelela (orinal o escupidera, en el habla uruguaya) cargada de simbolismo y uno de los tres magníficos actores que interpretan a los protagonistas: Pepe Mujica (el propio actor malagueño), Eleuterio Fernández Huidobro (Alfonso Tort) y Mauricio Rosencof (Chino Darín).

La noche de 12 años es, por momentos, no apta para claustrofóbicos, pues cuenta la docena de años que los tres guerrilleros tupamaros pasaron aislados en las peores cárceles imaginables. “Como no pudimos matarles, vamos a volverles loco”, les escupe un militar de la dictadura uruguaya de Bordaberry.

La promesa es casi una premonición del sufrimiento, casi a flor de piel, al que Brechner va a someter al espectador. La noche de los 12 años es una película sensorial, que te lleva a padecer la soledad de las mazmorras (no se pueden definir de otro modo), a enceguecerte entre claroscuros y a enloquecerte, bajo la tortura de molestos efectos de sonido.

“Como un pajarillo con las alas rotas”. Así decía Dennis Edney, el abogado de ‘El niño de Guántanamo’, que había encontrado a su cliente, cuando logró por fin verse con él. Y así terminan los protagonistas de la cinta de Brechner: deshechos por las humillaciones, torturas y violaciones de sus derechos más básicos.

Pero es ahí donde radica la fuerza y la belleza de la película. Cada uno de ellos logra luchar, seguir adelante, no bajar los brazos. Porque su vida, porque su dignidad valen infinitamente más que los 4.000 días de tortura a los que son sometidos.

Si lo leemos en clave política, la película es una denuncia de la violación de derechos humanos durante la dictadura uruguaya. Lo es, sí. Qué duda cabe. Pero sobre todo es un canto a la esperanza, a ese hálito de vida que brota de las más oscuras profundidades, para emerger con fuerza hacia la luz del sol. Y convertirse, por ejemplo, en uno de los hombres más escuchados en estos tiempos de crisis, como es el caso de ese sabio moderno llamado Pepe Mujica.

De la Torre, uruguayo

El trabajo en equipo entre el director, que nos administra el suspense y la angustia en las dosis adecuadas, y el trabajo actoral de De la Torre, Tort y Darín nos sumerge de lleno en las vidas de estos rehenes. De la Torre está, una vez más, inmenso, hasta lograr que los propios espectadores uruguayos se crean su acento y que es el mismísimo expresidente Mujica rejuvenecido perdiendo la cabeza por minutos.

Darín interpreta al más fuerte y ocurrente, mientras que Tort nos termina partiendo el corazón con su papelón de “pajarillo con las alas rotas”. El actor uruguayo, por cierto, nos proporciona las mejores escenas humorísticas de la cinta. Que sí, también las hay.

Alfonso Tort en ‘La noche de 12 años’

Cuando la sala vuelve a iluminarse en el Gran Teatro de Huelva, termina la ensoñación. Se acaba la angustia y culmina la esperanza hacia la qué hábilmente nos ha llevado el director. En primera fila, están él, Álvaro Brechner, al que no sabemos si abroncar por la dura experiencia cinematográfica o aplaudir por la excelente película. Triunfa obviamente lo segundo.

A su lado se encuentra, el actor Alfonso Tort, que aparece repeinado, limpio y saludable, lo que nos alivia bastante. El público de Huelva les dedica una ovación tan fuerte que, no cabe ninguna duda, los sitúa entre los favoritos para el Premio del Público del festival.

Chino Darín en ‘La noche de 12 años’


Un comentario sobre “‘La noche de 12 años’: cuando la esperanza florece en una pelela

  1. Qué dice este cronista? Los Tupamaros y Mujica, Huidobro y Rosencof jamás enfrentaron a la dictadura. Los guerrilleros aparecieron en 1962 con robos, secuestros y asesinatos tratando de hacer caer a gobiernos democráticos elegidos en comicios libres. Cuando llegó el golpe de Estado el 27 de julio de 1973, los Tupamaros en su mayoría ya estaban en la cárcel.

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