Laplace ha dirigido ’23 disparos’, el largometraje sobre el homicidio del joven Caparrós el 4D de 1977, premiado por el Centro de Estudios Andaluces y la Academia de Televisión

https://filmand.es/wp-content/uploads/2019/12/nestor.jpg
4 Dic 2018
Néstor Cenizo
the nest

El 4 de diciembre de 1977, alguien mató a un muchacho de 19 años que salió a las calles de Málaga a manifestarse por Andalucía. La historia de aquel asesinato, mil veces contada, nunca tuvo un final. Aquel día alguien mató a Manuel José García Caparrós, y durante los meses y los años que siguieron nunca nadie supo quién apretó el gatillo, con seguridad el gatillo del arma de un policía.

Se fueron muriendo de pena primero su madre, Carmen, luego su padre, Manuel, y la historia se enterró bajo las paladas de un archivo del sumario y una comisión de investigación que debía arrojar luz y sólo puso sombra.

El guionista y director Jorge Laplace conocía la historia por encima, y cuando recibió la propuesta de abordarla pensó que merecía un tratamiento que pusiese el acento en la incógnita que nadie despejó en 40 años: ¿quién disparó el arma que mató a García Caparrós? Laplace pronto tuvo claro que 23 disparos sería una especie de thriller documental.

La película, estrenada el año pasado por Canal Sur, no ha dejado de recoger premios. Entrevistamos a Jorge Laplace con motivo del último, el Imagenera del Centro de Estudios Andaluces. Para atender a Filmand, Laplace hace un alto en su tarea: revisar las entrevistas del documental que prepara para TVE. Se llamará Camazón, el enigma español, y contará la historia de los españoles que trabajaron con Alan Turing en descifrar las claves de la máquina Enigma, el artilugio de comunicaciones nazi durante la II Guerra Mundial. Definitivamente, hay realidades que superan la ficción.

¿Cuándo descubriste la historia del asesinato de Manuel José García Caparrós?

Yo realmente de García Caparrós sabía lo que sabe la mayoría de andaluces: a través de la letra del Carnaval, que lo habían matado en una manifestación. Había el bulo de que había sido la persona que subió [a un balcón de la Diputación de Málaga] y quitó la bandera. Así que todo el proceso de investigación fue de conocimiento. El ejercicio ha sido el paso del mito de héroe de la autonomía a la persona, a un chico que estaba en el sitio inadecuado en el momento inadecuado.

Esa historia ha permanecido muy oculta durante tres décadas. La investigación de Rosa Burgos (La muerte de García Caparros en la transición política -2007) la saca del olvido mediático, y luego son sus hermanas quienes no han dejado de pedir justicia. ¿Por qué crees que pasaron tantos años?

El libro de Rosa Burgos tuvo mucho que ver porque fue la primera persona que tuvo acceso al sumario, que tiene mucha información relevante. Supongo que esto fue un motivo para las hermanas para seguir la lucha, y luego aparece IU, que empezó a apoyarlas para solicitar los papeles de la investigación. No es Puig Antich, y en Andalucía parece que nuestra historia la vendemos poco. Es que no se conocía…

Rodaje de ’23 disparos’

¿Pudiste leer el sumario? ¿Cómo te documentaste para esta película?

Sí, pude leer el sumario, que es una parte fundamental de la investigación. Gran parte de las respuestas, además de los testimonios, estaban en el sumario. El criterio era que hablara la gente que lo había visto, que habían sido testigos. Hubo una primera entrevista con Rosa Burgos, y con Juan de Dios Mellado. Pero eso era parte de un proceso para reconstruir la versión que se había contado hasta ahora. El reto estaba en hacer nosotros un proceso de investigación, y ahí tuvo mucho que ver O’Donnell.

Tú mismo has definido la película como un thriller documental, con un personaje principal como investigador, que es el inspector de policía Juan Antonio O’Donnell. ¿Cuál es su peso?

Juan Antonio [O’Donnell] estuvo desde el principio del proyecto, porque no queríamos contar la misma historia y queríamos a alguien que nos abriera puertas, por ejemplo a la declaración de los policías del grupo que realizó los disparos. Él lleva desde entonces recopilando material y tenía acceso a documentos. Fue pieza fundamental de la investigación, facilitando contactos con los policías. Sin él hubiera sido imposible.

¿Cómo convences a O’Donnell de que haga su investigación en paralelo a tu documental?

Él quiso escribir un libro y no pudo, y tenía esa espina clavada de materializar ese trabajo en algo. El documental era una buena manera de dar salida a lo que tenía. Las llamadas son llamadas tal cual. La mayoría decían que no, y los que nos permitían grabar se emitía. El proceso de búsqueda fue real.

¿Te fue difícil que esos policías que accedían por primera vez a dar su testimonio aceptaran la presencia de una cámara durante la entrevista?

Juan Antonio tenía un pinganillo y yo a veces le decía las preguntas. El hecho de que fuera un compañero les daba seguridad. Además, el documental es respetuoso: se trataba de que dieran su versión de lo que recordaban. Son entrevistas muy largas, de tres o cuatro horas, de las que salen tres, cuatro o cinco minutos. Grababa con las cámaras muy lejos, con objetivos largos y entrevistas en la calle. Cuando llevas horas y las cámaras ni las ves, aparecen joyas, y luego piensan: “¿Cómo he dicho eso?”.

¿Ocurrió con alguno de los policías?

Sí. Creo que alguno lo pensó. Con el amigo de Miguel tuvimos que hablar, porque estaba muy nervioso. Y tuvimos que cortar cosas. Todo el filtro final se vio con abogados, porque en el documental no puedes señalar. Puedes decir dos más dos más dos, pero no decir que son seis. Puedes exponer puntos de vista pero no señalar a nadie.

Hablan varios policías. ¿Cuántos rechazaron hacerlo?

Había una lista inicial de 47. Una cuarta parte ya había fallecido, cinco o seis no querían aparecer. Y el primero que dijo que sí fue Juan, el primero que aparece. A este hombre le dimos muchísimo desarrollo porque no sabíamos si iba a salir alguien más. Luego salió uno de los que dispararon, y el de la segunda arma que se confiscó. Hubo otro que entrevistamos y no llegó a salir, porque repetía testimonio. Y a muchos no los localizamos, porque no teníamos el teléfono fijo.

Al final, se trata de una investigación filmada, que se nos presenta en un formato de thriller… ¿Qué importancia tiene el guion para contar esta historia?

Yo hice 30 años de oscuridad, sobre los topos que pasaron 30 años ocultos tras la Guerra Civil. Era una película terrible, sobre la memoria histórica, pero en términos de thriller. La idea es ser fiel a la verdad, pero en vez de hacer el documental discursivo y de opiniones, hacerlo más entretenido y de género, porque así llega a mucha más gente. Tenía claro que el guion tenía que ser dos partes: lo que pasó, y lo que pasa. La pretensión era contar los 40 años de la democracia: cómo se encubrió sin voluntad de resolver el caso, y cómo 40 años después hay esa reticencia, en este caso de la Mesa del Congreso, en dar la información a las hermanas. Hubo dudas de cómo cerrar la peli. Al final el regusto que quería para la película, la única gran certeza, era el valor humano de las hermanas. La reacción ante las fotos es totalmente real, por eso aparezco yo. Las hermanas decían que muy bien, pero quieren la reparación de las instituciones.

Rodaje de ’23 disparos’

Has recogido unos cuantos premios. El último, en los premios Imagenera. ¿Te quedas con alguno?

El Imagenera para mí tiene un gran valor, sobre todo por la calidad de los ganadores de años pasados. 30 años de oscuridad también se lo llevó, en 2012, y es memoria histórica de Andalucía. Pero en cuanto a repercusión y proyección, sin duda es el Iris de la Academia de Televisión. Te sitúa en el mapa nacional, te facilita tener prensa, Canal Sur volvió a colgar el documental…

¿Este tipo de películas tiene salida en el extranjero?

La semana que viene voy a Marsella, y estamos con el documental de Gustavo Salmerón. La historia se vende fuera de Andalucía, trasciende lo local. Y en términos de distribución, La vida en llamas se ha emitido en 14 o 15 países. No es un formato para hacerte rico, no te vas a comprar un piso en la playa, pero no deja de ser una película.

Creo que las plataformas HBO y Netflix han hecho mucho. La gente está viendo documentales ahora. Hay que quitarse el complejo de que el documental también es una ficción: no deja de ser contar una historia, y eso siempre es una ficción. Vas a contar cómo te ha ido el día, te vas a centrar en lo que veas más interesante, y vas a dar tu punto de vista. Es una apuesta por contar una historia a partir de un material real. En la medida que se está entendiendo, por parte de directores y guionistas, que esto es así, se está accediendo a un público más grande. Porque a veces la realidad supera la ficción, y de vez en cuando encuentras cada historia…


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.