Israel Gómez Romero soñaba con ser actor desde pequeño. Vivía en una barriada de San Fernando (Cádiz) y su héroe era Jackie Chan. Paseamos con él por las orillas de ‘Entre dos aguas’

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27 Mar 2019
Mª Angeles Robles
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Israel Gómez Romero soñaba con ser actor desde pequeño, desde que veía películas de acción de Jackie Chan, su héroe, en los cines de un centro comercial cercano al barrio de la Casería de San Fernando (Cádiz), donde creció este joven talento que ha sabido esperar, darse tiempo, para arrancar con una carrera interpretativa a la que no quiere poner límites.

El cine al que iba ya no existe, muchas cosas han cambiado desde entonces, pero muy poco su humilde barrio de pescadores pese a que ahora las casas bajas de autoconstrucción conviven con adosados y tres imponentes torres de viviendas.

Aunque durante algunos periodos ha vivido en otras zonas de San Fernando, hace tiempo que Israel volvió a su barrio, acostumbrado al olor del mar que le llega desde la cercana playita en la que se amontonan coloridas casetas de madera y chapa en las que los pescadores guardan sus aparejos.

Fotograma de ‘Entre dos aguas’

La de la familia de Israel es blanca y parece anclada al pie de las tranquilas aguas del interior de la Bahía de Cádiz. Cuando sube la marea, el mar llega hasta los escalones de la entrada en los que nos sentamos a charlar. Israel vendió las “cosas de pescar” hace tiempo, pero todavía utiliza la caseta para irse en verano allí con su mujer y sus hijas. No cambia por nada esos momentos.

Tenía doce años cuando conoció a Isaki Lacuesta, que lo ha dirigido en la multipremiada (San Sebastián, Asecan, Gaudí, Feroz…) cinta Entre dos aguas y estuvo al frente de su debut cinematográfico, cuando era todavía un niño, en La leyenda del tiempo. El día en que Israel se cruzó con Lacuesta su vida cambió para siempre.

El actor es consciente de ello. No se cansa de agradecerle “todo lo que ha hecho” por él: los consejos, “las llamadas en navidad o porque sí”, las atenciones que han mantenido vivo ese hilo invisible que los unió desde el mismo día en el que se conocieron y que ha sabido superar el tiempo y el espacio.

El actor gaditano en la playa de la Casería.

Israel estaba en el colegio cuando tuvo noticias de que se estaba preparando un casting para elegir actores para La leyenda del tiempo y corrió para ser el primero de una fila de cuatrocientas personas.

Su padre había muerto hacía muy poco de forma violenta y él se agarró como un clavo ardiendo a esa ilusión infantil de trabajar en el cine: “intentaba hacerlo lo mejor posible porque ese papel tenía que ser mío. Me llamaron a las dos semanas. Yo estaba encantado, alucinado, no me lo creía”. El resto forma parte de la historia de este actor que emociona en la pantalla.

“La cámara me quiere”

“La cámara me quiere”, dice, y no se puede más que darle la razón. Sorprende al verlo en persona su aspecto menudo –“todo el mundo me lo dice. La cámara me hace grande”–, pero también la serenidad de sus ojos oscuros, que parecen mirar muy lejos, la tranquilidad con la que habla, la emoción con la que se refiere a su trabajo, su tono reservado a la hora de hablar de su vida.

A sus personajes le aporta su “experiencia y mucho cariño” porque “no es solo cuestión de actuar sino de meterse en el personaje, de hacer que el público sienta lo que sientes tú”. Su camino en solitario comenzó pronto: “Yo me construí una casa a lado de la de mi madre. Y ahí, con trece añitos, fui apañándomelas solo como podía porque, por circunstancias de la vida, me tuve que ir de casa.

Hice mi vida solo. Es lo que te hace aprender”. Antes de todo eso soñaba con ser cantante, pero tras la muerte de su padre le hizo una promesa: “como tú ya no estás, ya no me va a escuchar más nadie”. A cambio le pidió “apoyo” cuando empezó “en esto del cine” y no duda en que su padre, siempre presente, tatuado en su espalda, se lo ha dado.

Los numerosos premios que ha obtenido en algunos de los mejores festivales del mundo, incluida la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, lo demuestran. El de San Sebastián fue “un momento fuerte” que compartió con su mujer y sus hijas, a las que se llevó hasta allí. Asegura estar enormemente agradecido a todos los festivales que han premiado la película y su trabajo, pero admite que le “sabe mal” no haber obtenido ningún Goya.

Fotograma de ‘Entre dos aguas’

Israel asegura que la vida le ha cambiado porque ahora “no para de viajar” y empieza a “verle color” profesionalmente a su trabajo en el cine. Por eso este año se ha apuntado a clases de interpretación. Quiere impulsar su carrera, profesionalizarse, pero no se deja confundir por el éxito, tiene los pies en el suelo, sabe que esto es una carrera de fondo y está empeñado en llegar a la meta “con esfuerzo” y tomándose “las cosas con calma”.  “Hay que hacerse a la idea de que esto es un trabajo, que voy a trabajar”.

A Israel le gusta explicar que Entre dos aguas no habla de su vida, que lo que él hace es interpretar un personaje, que aún que tenga cierto fondo biográfico, no es él mismo. Lo que sí hace la película es contar “anécdotas de gente de mi alrededor, gente que yo he visto que se ha echado a la droga o personas que vienen y le dicen a otra que le dé una paliza alguien a cambio de dinero; o gente que las echan a la calle y se tienen que meter en una casa de okupa y les ponen la luz legalmente pero no les dan el agua legalmente y se tienen que ir a pedir agua a los vecinos y a lo mejor no se la dan… No me explico cómo pasan estas cosas en el siglo que estamos”, se lamenta.

El actor asegura que escapar de todo eso es complicado: “A mí no me lo han puesto fácil. He luchado mucho en la vida. Gracias a Isaki que me dio una oportunidad y ahora me ha dado una segunda oportunidad. Yo siempre he dicho que es mi padre y mi madre. Desde que yo era chico, siempre ha estado ahí para las malas y las buenas, ayudándome”.

Israel no tiene intención de parar de ponerse objetivos nuevos. Además de “conseguir ser un actorazo” –“me vendría bien un personaje de acción, más guerrillero. Yo me atrevo con todo.”–, quiere dirigir. Y poco a poco se va acercando porque está trabajando en el guión de un “pedazo de película” que se llamará Vida de perros. En esta cinta será “protagonista, guionista y ayudante de dirección”. No le faltan nuevas ilusiones. Va a hacer con Isaki Lacuesta Operación Camarón y va a participar en otra película “que se va a rodar en Barcelona”, entre otros proyectos.

El actor asegura que lo más importante es trabajar “en lo que a uno le entusiasma” y recomienda a todas las personas perseguir sus sueños: “No hay que humillarse ni sentirse derrotado. Si te pones con dos pares, lo consigues. Las cosas son lentas pero tarde o temprano vas a llegar”.


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