Idrissa Ouedraogo, figura fundamental del cine africano, falleció el pasado fin de semana en Burkina Faso, donde había nacido en 1954. Consagrado por los grandes festivales europeos, estrenó en ellos algunos de sus títulos fundamentales, como ‘Yaaba’, ‘Tilaï’ o ‘Samba Traoré’.

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20 Feb 2018
Juan Antonio Bermúdez
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Mientras los focos y los flashes apuntan a la alfombra roja de la 68ª Berlinale, solo algunos medios especializados y las esquinas de las secciones de cultura más generosas de algunos medios de comunicación europeos reservan unas pocas líneas para la despedida de Idrissa Ouedraogo, figura fundamental del cine africano, fallecido el domingo 18 de febrero de 2018 en Uagadugú.

Cuando Ouedraogo nació, en 1954, Burkina Faso era colonia francesa y los atlas la nombraban como Alto Volta. La independencia llegó algunos años después, en 1960, pero el país siguió siendo uno de los más pobres del mundo y en las décadas siguientes sufrió continuas tensiones territoriales, vastos desplazamientos demográficos, hambrunas y una sucesión de golpes militares. Parece milagroso que en ese contexto un joven pudiera orientar su vida hasta convertirse en un cineasta de talla internacional.

Los padres de Idrissa Ouedraogo, agricultores, se las arreglaron para proporcionarle una educación superior, en el Institut Africain d’Etudes Cinématographiques, donde fundó la productora independiente The Future of Films (renombrada más tarde como Les Films de la Plaine y dirigió sus primeros cortos, Pourquoi (1981) y Poko (1981), dándose a conocer sobre todo con este último al ganar un premio en el mítico FESPACO (Panafrican Film and Televisión Festival of Ouagadougou).

Fotograma de 'Yam Daabo'

Fotograma de ‘Yam Daabo’

Tras completar su formación en la Unión Soviética y en Francia, en el no menos legendario IDHEC (Institut des hautes études cinématographiques) fundado por Marcel L’Herbier, y rodar algunos otros cortometrajes en los que iría explorando temas y técnicas cinematográficos que aplicaría en su posterior carrera profesional, Idrissa Ouedraogo rodaría su primer largo, Yam Daabo, en 1986 en su país natal, que en aquel momento ya había pasado a denominarse oficialmente Burkina Faso (“república de los hombres íntegros”), bajo el gobierno de Thomas Sankara, conocido como “el Ché Guevara africano”.

Yam Daabo (título que se ha traducido a veces por La elección) es la historia de una familia pobre que debe elegir entre esperar que la asistencia internacional llegue a su pueblo o marcharse a una zona más rica, optando finalmente por lo segundo y comenzando una nueva vida lejos de su tierra. La emigración y la búsqueda de unas mejores condiciones de vida serían un argumento recurrente en los filmes de Ouedraogo.

Aunque Yam Daabo tuvo ya un cierto recorrido en festivales europeos, su lanzamiento como revelación del cine africano llegaría con Yaaba / Abuela en 1989, entrañable historia de amistad entre un niño y una anciana. Estrenada y consagrada en Cannes con dos premios, el de la FIPRESCI y el del Jurado Ecuménico, se trata de una cinta que aparece con frecuencia en los listados de las películas más importantes de la historia del cine africano, como el que elaboró hace unos meses para FilmAnd Marion Berger, programadora del Festival de Cine Africano de Tarifa.

Ouedraogo retornó ya con un nombre al Festival de Cannes al año siguiente, para participar en la sección oficial y conseguir el Gran Premio del Jurado con Tilaï / Cuestión de honor (1990), duro drama en el que un emigrante retorna a su aldea natal y encuentra que su novia se ha convertido en la segunda esposa de su padre, lo que desencadena un conflicto familiar y un choque aún más amplio entre tradición y modernidad, confirmando otra de las grandes líneas temáticas de su cine.

Apremiado por su éxito internacional, su siguiente película, la historia de amor adolescente A Karim na Sala / Karim y Sala, se terminó de forma apresurada para su estreno en el FESPACO, pero no fue bien recibida y tuvo escasa circulación. Y sin embargo, la siguiente, Samba Traoré, le haría subir otro escalón en su carrera internacional, consiguiendo el Oso de Plata en el Festival de Berlín “por su honesta representación de la vida cotidiana”, en palabras del jurado. En su argumento, dos hombres asaltan una gasolinera, uno de ellos muere y el otro, Samba, huye con un maletín lleno de billetes, regresa a su pueblo y empieza una nueva vida, aunque es incapaz de olvidar esa noche que ha cambiado su destino.

Fotograma de 'Samba Traoré'

Fotograma de ‘Samba Traoré’

Tras Le Cri du coeur / Desde el corazón, otra producción considerada menor en su carrera, pese a participar con ella en el Festival de Venecia, regresaría por última vez a la Sección Oficial de Cannes con Kini et Adams / Kini y Adam. En ella, como en la anterior, insiste en sus dualidades temáticas habituales (mundo rural y mundo urbano, tradición y modernidad), en este caso contando las peripecias de dos amigos que se marchan de su poblado en un viejo coche reparado que piezas sueltas en busca de una vida mejor.

Con La colère des dieux / La cólera de los dioses (2003), estrenada en el Festival de Montreal, cambió el prisma de sus argumentos y, alejándose de los héroes y antihéroes anónimos, de la gente corriente, proyectó una tragedia de tintes griegos en un contexto africano: la sangrienta lucha por la sucesión entre los dos herederos de un tirano.

Su último largometraje, Kato Kato (2006), escasamente distribuido fuera de Burkina Faso, retoma su interés por un realismo menos simbólico, planteando la historia de Ali, un profesor que trata de sacar adelante a su familia, afrontando dificultades económicas, y que ve cómo su vida se complica aún más cuando atropella por accidente a una joven.

Más allá de sus películas individuales, también son una muestra de su consagración internacional los filmes colectivos en los que ha sido invitado a participar: Lumière y compañía (1995, junto a Theo Angelopoulos, Spike Lee, Win Wenders, Víctor Erice o Abbas Kiarostami, entre otros) o 11’09”01 (2002, junto a cineastas de la talla de Shoei Imamura, Ken Loach o Alejandro González Iñárritu), el primero para celebrar el centenario del cine y el segundo como homenaje a las víctimas del 11-S. O los más recientes Stories of Human Rights (2008) y Télégrammes visuels / Telegramas visuales (2011).

En la última década, de todas formas, Idrissa Ouedraogo se ha dedicado mucho más al teatro y a la televisión, mostrando cierto desencanto con la transición del cine al digital (era un defensor absoluto del celuloide). No obstante, ha seguido muy vinculado con el ambiente cinematográfico de su país, involucrado en la organización del FESPACO (una de las citas culturales más importantes del continente africano), que cumplirá medio siglo el próximo año, y en la enseñanza de su oficio, compartiendo experiencias en el Ouaga Film Lab. La web del Festival Panafricano de Cine y Televisión lo despide con un significativo titular: “Mort, Idrissa OUEDRAOGO rentre dans l’immortalité !” (“Muerto, ¡Idrissa Ouedraogo retorna a la inmortalidad!“).

*Una buena forma de certificar su inmortalidad será seguir viendo sus películas. Aprovechamos para recordar que muchas de ellas están disponibles en la Mediateca del Festival de Cine Africano de Tarifa, una estupenda iniciativa.


 

 


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