El adorable Gizmo, los diablillos verdes y un cuento de Navidad. El mensaje de ‘Gremlins’ sigue vigente 25 años después: tras animales o monstruos descarriados, siempre está la mano del hombre

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24 Dic 2019
Manuel H. Martín
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La Navidad posiblemente sea una de las épocas más universales del año. Independientemente de sus conexiones con la religión, cualquiera de ellas, y el consumo, desmesurado o no, hablamos de una época propensa a las reuniones y fiestas. Reuniones y fiestas en las hay lugar para la alegría y el jolgorio, pero en las que también suelen colarse la nostalgia y el desmadre. Sí, el desmadre. ¿Y cuanta hay de nuestra responsabilidad en el desmadre?

Época de historias gamberras

Como festividad, la Navidad da para mucho a la hora de contar historias en todos los formatos y ópticas posibles, desde las más ñoñas a las más gamberras. En el caso del cine navideño, este siempre vuelve a nuestros hogares, como el turrón o el alfajor (una de las mayores joyas gastronómicas de nuestra tierra), para que podamos disfrutarlo (o no) en familia y, especialmente, con los más pequeños de la casa.

En plenos años 80, el cine al nos llevaban nuestros padres en Navidad era un poquito más leñero

Dentro del género de cine navideño hay obras cumbre, muchas de ellas localizadas en los años 80. Puede que sea un conjetura de mi edad, pura nostalgia o una simple opinión, pero creo que cuando uno era pequeño, en plenos años 80, había una sensación de que el cine al nos llevaban nuestros padres en Navidad era un poquito más leñero. Hoy día, quizás más de uno, dudaría si dejar ver a sus niños pequeños el filme del que vamos a hablar: Gremlins (1984).

Un Joe Dante en estado de gracia

Gremlins está nada más y nada menos que producida por Steven Spielberg (Tiburón), cuenta con guión de Chris Columbus (Solo en casa) y música de Jerry Goldsmith (Chinatown).

Dirigida por un Joe Dante (El chip prodigioso) en estado de gracia, la película cuenta la historia de un viajante y comercial que compra un extraño y adorable animal (un mogwai llamado Gizmo) a un anticuario chino para regalárselo a su hijo Billy por Navidad. Billy, el protagonista, que ha pasado ya la adolescencia, recibe al adorable Gizmo con ternura, aunque con cierta irresponsabilidad.

Billy no cumplirá con las tres reglas básicas para cuidar a Gizmo y eso desatará el desmadre gamberro más absoluto

El anticuario advirtió a su padre sobre tres reglas básicas que deben cumplirse para cuidar a un mogwai: no darle de comer por la madrugada, no mojarlo y evitar su exposición a la luz del sol. Billy no podrá cumplirlas y el resultado será la aparición de los temidos y gamberros gremlins. A partir de ahí, ocurre el desmadre gamberro más absoluto.

Gremlins

Monstruitos animatrónicos

La película, que fue un auténtico éxito comercial, está contada con mimo y cariño, usando para los monstruitos a figuras animatrónicas en un momento en el que los ordenadores no habían entrado aún en el juego cinematográfico.

A partir de una realización estupenda, una cuidada escenografía y ambientación, la trama del guión parte de una premisa familiar para ir, poco a poco, mezclando géneros.  Hay toques de terror adolescente, mala uva, humor negro y un toque subversivo. Todos los elementos conjugan a la perfección para construir una tremenda fábula que, a pesar de los años, sigue vigente.

Hay toques de terror adolescente, mala uva, humor negro y un toque subversivo. Todos los elementos conjugan a la perfección

Detrás de lo que ocurre en la superficie entre los humanos, el adorable Gizmo y aquellos diablillos verdes, hay en el interior del relato una enorme reflexión sobre la responsabilidad. Debajo del envoltorio de cine fantástico, podemos descubrir una tierna mirada a los animales domésticos, especialmente en tiempos navideños, cuando las mascotas se convierten, para algunos, en simples regalos, es decir, en objetos que pueden descambiarse o abandonarse.

Un mensaje ‘animalista’

La película sería menos divertida y gamberra, pero no sería descabellado que el relato pudiera haber estado interpretado, en lugar de por un mogwai, por un perro o un gato. Y sea cual sea el espécimen, la irresponsabilidad con los animales puede tener, como se muestra en Gremlins, resultados desastrosos. La diferencia entre un animal doméstico bondadoso y fiel y otro fiero y peligroso, muchas veces reside en la forma en que lo tratamos los humanos.

La diferencia entre un animal doméstico bondadoso y otro fiero reside en la forma en que lo tratamos los humanos

Como película, Gremlins está cargada de multiples capas y más de una que otra escena inolvidable. Hoy día creo que podría ser complicado plantear una producción navideña con algunas de las oscuras gamberradas que tiene el filme como, por ejemplo, la escena (sublime) en la que la amiga del protagonista le cuenta que su padre falleció atascado en la chimenea, disfrazado de Papá Noel.

Una buena muestra de cine familiar

Más allá de detalles y anécdotas cinéfilas, Gremlins es una buena muestra de cine familiar con enjundia y pellizco. Puede que algún pequeño de la casa pegue algún respingo al ver a los malvados gremlins realizar fechorías, pero sigue siendo un filme tremendamente divertido, ameno e inteligente con una vigente moraleja (que no moralina) final.

Tras animales o monstruos descarriados, siempre está la mano del hombre. Cuidar de un animal supone un acto de enorme amor y responsabilidad, y nunca se debe confundir a un ser vivo con un simple objeto que es regalado por Navidad. Con cariño y responsabilidad, en la vida real siempre habrá más gizmos que gremlins. ¿Y quién no querría tener a un adorable mogwai en casa?


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