El gestor cultural y cineasta andaluz Eduardo Trías se estrena en nuestra Tribuna para analizar el papel que juegan actualmente los festivales de cine como dinamizador de la industria y escaparate para perpetuar conceptos como el glamour y el star sistem. Los nuevos hábitos de consumo audiovisual van a marcar los derroteros de este hecho cultural.

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22 Sep 2017
Eduardo Trías
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Los festivales de cine están afectados, como no puede ser de otra manera, de los mismos nuevos cambios y aires que el sector audiovisual que, por cierto, no es un sector cualquiera, es el buque insignia de la sociedad de la información y es el que da noticia del pueblo que lo genera, el que conforma de la manera más rápida, eficiente, influyente y determinante la identidad de la sociedad que lo produce y de la sociedad que queda reflejada en él. De ahí la importancia de tener un buen desarrollo en este sector y de velar y cuidar la imagen que proyectamos en el mismo.

Los festivales están cambiando, como todo, pero de un modo supersónico, así que permítanme unas reflexiones al respecto.

Un festival de cine es un acontecimiento de primer orden que se basa en tres elementos troncales y un cuarto trasversal.

En primer lugar, se trata de un evento cultural, en cuanto que se realiza una selección de contenidos, una programación, y se facilita y se acerca esos contenidos a un público específico que se beneficia de esa oferta y tiene una experiencia cultural, puntual, diversa y programada. También en este aspecto tiene mucho que ver la línea editorial del evento y dentro de eso, qué se decide poner en valor.

El segundo elemento habla de los festivales como un evento mediático, en cuanto que se dan presencias de personas y actividades especiales, visitas de gente famosa y/o profesionales de prestigio que interesan a los medios de comunicación, pues se generan noticias de enorme atractivo para un público general y/o específico. El concepto estrella en este apartado es la famosa Alfombra Roja (Red Carpet). También en este aspecto tiene mucho que ver la imagen de marca que se proyecta, social o territorial, local o nacional, política, económica, ideológica, etc.

En tercer lugar, un festival es un evento profesional, por cuando supone el encuentro de profesionales ya sea por tener directa implicación con las producciones presentadas o convocados precisamente para eso, para encontrarse con colegas, socializar y llegar a acuerdos comerciales o profesionales.

El cuarto elemento transversal es el público. El público es el que llena las salas, disfruta de la oferta que se le propone y demanda esa experiencia cultural especial y específica. Es el que corea, jalea y se siente atraído por las visitas VIP en su localidad, que en su grado máximo los persigue para pedir autógrafos o un selfie. Indirectamente, son beneficiarios de lo que se llama la economía de congresos: plazas hoteleras, hostelería, visitas, compras, encuentro con profesionales locales, etc. En definitiva, riqueza para la localidad.

Público haciendo cola para entrar a la proyección de una película en un festival.

Esos tres elementos, más el cuarto transversal, son el esquema clásico del acontecimiento cultural y mediático denominado festival de cine. Y no diremos que están en este momento dinamitándose, pues puede ser un poco exagerado, pero sí diremos que están siendo profundamente desmantelados y transformados, en forma y fondo.

Según recientísimos informes, para el 90% de la juventud el consumo audiovisual se realiza por Internet, doy fe, tengo a una adolescente en casa. En los Emmy 2017 ha triunfado El cuento de la Criada, de HuLu, la primera vez que gana un Emmy una producción de una plataforma de streaming. Y en esos mismos premios, su presentador bromeaba sobre si nos acordábamos de esa cosa que era la TV en abierto, y es que yo mismo soy un consumidor de TV a la carta, tengo acceso a Movistar, HBO, Netflix, Filmin, Apple TV, iTunes y algo me dejo, más la oferta legal o ilegal (que no recomiendo) de contenidos de ficción y de toda índole en Internet.

En relación al tema que tratamos, el Festival de Venecia hace ya cinco años que ha creado una sala virtual, online. Este año, 17 filmes completaban una programación a disposición de cinéfilos del todo el mundo, quienes debían adquirir una entrada virtual con la cual podían ver la película durante un período de 10 días a partir de su estreno mundial en las salas del Festival. También se da un caso parecido en Locarno, donde se puede acceder a la mayoría de su programación gratuitamente online. Esto por citar dos ejemplos.

Otro tema de esta índole son los cambios de contenido. La polémica de incluir o no a Netflix en Cannes. Quieren prohibir sus producciones cuando son bien acogidas por el público. A su director, Thierry Frémaux, ya le diré que no va a poder ser, porque no se le pueden poner puertas al campo. Rebordinos, que dirige San Sebastián, ya incluye una serie (de TV?) en la Sección Oficial de su festival: La Peste, de nuestro querido y paisano Alberto Rodríguez… No se la pierdan.

Pedro Almodóvar fue el primero en lanzar la polémica por la inclusión o no de plataformas como Netflix en festivales.

En conclusión, esa experiencia cultural, puntual, diversa y programada, ya no es exclusiva del público local, que pasa a ser audiencia internacional. La fuerza de un festival va a ser pues su capacidad de conseguir credibilidad en cuanto a su línea editorial, a lo acertado y pertinente de sus selecciones. Y esto va a ser muy importante para una audiencia a la que se le presenta una oferta técnicamente infinita y necesita de prescriptores de su confianza que le indiquen qué debe buscar y ver. Ojo, no es fácil atribuirse ese papel y sobre todo mantenerlo con solvencia.

Otro aspecto, el mediático, es importante por muchos motivos, entre ellos por ser el que más interesa a patrocinadores y sponsor por la parte privada -y a los políticos por la parte pública-. Es compleja la transformación de este elemento porque se basa en el Star System y es cada vez más difícil acceder a él por dos razones, por la brutal competencia en cuanto a proliferación de eventos, festivales, premios, galas, presentaciones, etc. Y por el caché y coste, curiosamente inversamente proporcional al presupuesto y riqueza de la organización del evento.

Otro problema es que o bien ya no existe exactamente el Star System, o que ya no es lo que era, o que hay muchos Star System y todos están en este mundo. Lo normal es que vayan desapareciendo las alfombras rojas para ser sustituidas por PhotoCalls y que triunfae personas que tienen fama y reconocimiento en sectores específicos, no conocidos por el gran público (concepto en decadencia porque ahora hay muchos públicos) o personas populares que, casi en un 90%, se debe a que salen asiduamente en TV.

Aquí se establece también el dilema de que los medios de comunicación tienen cada vez más limitados sus recursos o lo aplican solo a caballos ganadores. Y es que hacer un festival de cine y no pasar de la prensa y medios locales, es un desastre, en función de las pretensiones, claro está. Y además tienes que salir y no de cualquier forma, preferiblemente en nacional y cultura, más que en ecos de sociedad.

Pero hay un tercer elemento que es la piedra angular del momento, lo que ahora da sentido a todo y a lo que todos se apresuran a posicionarse o quieren consolidarse o ponerse en valor, el encuentro profesional.

El valor añadido que te puede dar la proyección de una película en un festival es que su propio director, actores y equipo, que se integran en el encuentro profesional, te la presenten, den rueda de prensa y se encuentren con su público real o potencial. Tu imagen de marca no se limita a un dudoso desfile de celebrities por una alfombra del color que sea sino a un encuentro de prestigio en donde el congreso en si ya tiene interés mediático y además está  remozado de gente famosa en una condición no frívola y efímera, sino profesional y solvente.

Vista del Teatro Cervantes de Málaga durante el Festival de Cine Español.

La industria es lo que puede seguir dando sentido a los festivales de cine, por la parte de que se conviertan cada vez más en encuentros profesionales de donde se generen y trasladen otros elementos, proyecciones, actividades paralelas culturales o mediáticas, talleres, formación, actividades lúdicas e incluso frívolas, como fiestas, etc. Otro tema muy importante es que esos encuentros comerciales y financieros generan una riqueza específica por medio de foros de coproducción, ayudas, fondos, o el simple entrar en contacto unos con otros. Son producciones audiovisuales que por ser descubiertas, auspiciadas o presentadas en un marco concreto quedan íntimamente ligadas al festival. Curiosamente, uno de los festivales más prestigiosos de hoy en día, el de Toronto, tiene más formato de mercado que de festival de cine clásico.

No nos pongamos en lo trágico: lo nuevo no va a destruir el mundo. Más bien, seamos constructivos, revisemos los modelos obsoletos y seamos consecuentes con las nuevas circunstancias. En mi opinión, el asunto pasa por abrazar a la industria y darle un sitio estructurado y eficaz. Lo malo, las convocatorias y puntos de encuentro en agendas que son limitados, luego habrá una gran competencia. Y por último, lo bueno y aquí barro para casa, en Andalucía se dan condiciones óptimas para organizar encuentros profesionales. Ahí lo dejo…

Eduardo Trías fue durante ocho años director del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.


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