Sergio G. Sánchez, guionista de ‘El orfanato’ y ‘Lo imposible’, nos presenta ‘El secreto de Marrowbone’, un interesante debut en la dirección en forma de thriller dramático que se sostiene sobre un excelente casting y que ha dividido a la crítica, ya que tiene muchos elementos para odiarlo y amarlo.

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29 Oct 2017
Esther Lopera
the nest

El secreto de Marrowbone empieza sin créditos, con un prólogo que muestra a una madre con sus cuatro hijos huyendo de un pasado y buscando una nueva vida en la localidad de Marrowbone, en una escena de color gótico que retrata los fuertes lazos que los unen. La secuencia avanza con la muerte de la madre, que funciona como punto de inflexión en esta historia e inicio del thriller. Tras un bello plano escalofriante que muestra la amenaza que acecha a los hermanos, el título del filme inunda la pantalla.

Este es el primer acierto de Sergio G. Sánchez en su debut como director: mostrar los créditos de apertura tras presentar parte de la historia en forma de prólogo, quizás evidenciando el lugar donde emplazará el clímax, pero también perpetrando un ejercicio valiente.

Tras el impactante título, una elipsis marcará el desarrollo de la historia en un escenario ambientado a finales de los años 60 que recrea una pequeña localidad rural americana. Xavi Giménez merece mención por su excelente trabajo de fotografía, pues nadie percibe que la localización que vemos se emplaza en un pueblo de Asturias. En este escenario,  los hermanos Jack (George MacKay), Billy (Charlie Heaton), Jane (Mia Goth) y Sam (Matthew Stagg) pasarán sus días jugando, descubriendo el amor y creciendo. Entre risas y peleas familiares, también tendrán tiempo para esconder la muerte de su madre, siguiendo la promesa que Jack le hizo, de mantenerse siempre unidos.

El filme se apoya con fuerza en el casting, en el que destaca MacKay -del que ya nos enamoramos en Capitán Fantástico (2016)-, demostrando rudeza y dulzura por igual y conectando con el espectador. En general, las aventuras y desventuras de los hermanos gustan, como ocurre con otros títulos donde los chavales son protagonistas -léase el remake de It (2017) o el hit televisivo Stranger Things (2016)-. Los entresijos de estos hermanos mantienen la atención y acompañan hasta que la historia llega a su clímax y da un giro de guion, presentando, finalmente, una película de terror. Es aquí donde la crítica se divide, ya que el director decide no dejar ningún cabo sin atar, dando, quizás, demasiadas explicaciones para una película de género. No cunda el pánico: si eres de los míos y este giro te satisface, entonces percibirás que la película se resuelve con efectividad y te dejará un buen sabor de boca. Y si no es así,  no te preocupes: independientemente del mencionado truco, no se puede negar que la ópera prima de este realizador cuenta con una de las mejores secuencias de terror que hemos visto en los últimos años. Dicen las malas lenguas que el filme es un poco “tramposo”, pero… ¿quién dijo que en el cine no se puede hacer trampas?

 

El sello Bayona

Con todo, el guionista de películas sobradamente reconocidas como El orfanato o Lo imposible, dirigidas por J.A. Bayona, se coloca detrás de la cámara para ofrecer una historia que no ha convencido por igual. En el Festival de San Sebastián pasó sin pena ni gloria, mientras que en Sitges Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya gran parte de la crítica, así como los fans del terror, sucumbieron ante sus encantos hitchcockianos. Y es que El secreto de Marrowbone tiene muchos elementos por los que amarla u odiarla. El más importante (y respetable) es que se percibe el sello de Bayona durante todo el metraje y Sergio G. Sánchez, consciente de ello, utiliza algunos recursos que ya hemos visto previamente. No olvidemos que estamos ante una producción apoyada por una cadena televisiva privada, avalada por el director catalán -quien ejerce también de productor ejecutivo- y rodada y escrita por el guionista que suele acompañarlo. Claro que respira a Bayona. Respira un estilo que ha creado un equipo solvente y del cual disfrutará cualquier persona que lo haya hecho con El orfanato o con Un monstruo viene a verme, que no son precisamente piezas menores del cine fantástico.

En otras ocasiones a esto se le llama “estilo” y nos quedamos tan anchos, pero parece que a Sánchez no le permiten esta etiqueta, quizás porque la sombra del monstruo es demasiado alargada.


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