El director navarro Jon Mikel Caballero firma una ópera prima indie de ciencia ficción en la que reflexiona, poética y experimentalmente, sobre la necesidad de tomar las riendas de nuestras vidas

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12 May 2019
Alejandro Ávila
the nest

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir: allí van los señoríos, derechos a se acabar y consumir.

El tiempo discurre como un río, sin volver la vista atrás, ni darnos una segunda oportunidad. Por eso, hay que aprovechar cada minuto de nuestras finitas vidas.

Tempus fugit. Carpe diem. Los escritores renacentistas como Jorge Manrique, en Coplas a la muerte de su padre, recuperaron estos tópicos literarios de origen latino, para abrir una nueva época en la que el hombre volvía a ser la medida de todas las cosas.

Nada de esperar a esa vida paradisíaca que tan interesadamente nos prometían las religiones tras la muerte. Había que vivir aquí. Y ahora.

El increíble finde menguante

No es casualidad que, junto a Iria del Río (Las chicas del cable), los dos grandes protagonistas de El increíble finde menguante (Jon Mikel Caballero), estrenada en el Festival de Málaga, sean el tiempo y ese metafórico arroyo que discurre junto a esa cabaña rural donde Alba pasaba los veranos de su niñez.

Con 30 años recién cumplidos, Alba regresa allí con su pareja, Pablo (Adam Quintero), y un grupo de amigos para pasar el fin de semana. Un plan que promete transcurrir entre botellines, chupitos y charlas intranscendentes, pero al que la ruptura entre Alba y Pablo sumerge en un bucle supuestamente infinito.

Así, lo que parecía una (muy aparentemente) intrascendente historia generacional da un vuelco y se transforma en una rica película indie de ciencia ficción. Cada vez que Alba regresa al pasado, vuelve con una nueva cicatriz, más agitación y una hora menos para encontrar su lugar en el mundo.

El fin de semana se convierte así en una metáfora de la vida, donde la joven treinteañera ha de aprender a relacionarse, en este nuevo ciclo, con sus amistades, familiares y pareja: un padre enfermo con miedo al síndrome del nido vacío, unos amigos que avanzan y toman nuevos rumbos y un novio en plena crisis existencial.

El increíble finde menguante

En una bella y experimental metáfora visual, el formato de la película va encogiéndose poco a poco, secuencia tras secuencia. Al igual que el increíble finde menguante de Alba. Y al igual que nuestra propia vida.

Como un río navegable, la ópera prima de Caballero nos empuja suave y poéticamente a una idea: la necesidad de tomar las riendas de nuestras vidas. La necesidad de vivir más allá de nuestros esclavizantes trabajos o estériles momentos de ocio. De que cada instante resulte más o menos significativo y de que ese sentido vital nazca de nuestro interior, al relacionarnos con los demás: mirándoles a los ojos, abrazándoles, besándoles, amándoles.

Para que esa vida sea algo más que un trabajo indeseado y una resaca continua. Para que esa vida tenga sentido.


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