Entrevistamos a Chico Pereira, director del documental que ganó la Biznaga de Plata del Público en el pasado Festival de Málaga y que cuenta el viaje a América de Manolo y su burro Gorrión.

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6 Abr 2017
Marta Jiménez
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Manolo y Gorrión comparten un sueño: viajar a América y seguir el Sendero de las Lágrimas, la ruta del desplazamiento forzado de la nación Cherokee hacia el oeste en el siglo XIX. Manolo tiene 73 años y un Samsung Galaxy. Vive en la comarca cordobesa de Los Pedroches, donde recita poesía, canta tangos y practica inglés con sus auriculares mientras camina con sus animales. Gorrión es un burro andaluz de diez años. Le gusta la hierba (mucho) y caminar por el campo con Manolo. No le gusta el agua, los puentes ni los barcos. Esto hace que no se sienta muy entusiasmado con los planes de Manolo de cruzar el charco. Las aventuras de ambos, junto a la pastora alemana Zafrana, han conquistado al público de varios países, el último, el del Festival de Málaga, que ha otorgado a este documental llamado Donkeyote, de Chico Pereira, la Biznaga de Plata.

Rodado en Andalucía con producción internacional, el documental transita paisajes salpicados de turbinas de viento y entrecruzados por las vías del tren, localizaciones que van desde el norte de la provincia de Córdoba hasta Tarifa –como la zona de Los Pedroches, en Córdoba, las aldeas de Fuenteobejuna o la sierra norte de Cádiz–. Exhibido hasta su participación en la Sección Oficial documental de Málaga solo en festivales internacionales, su director ahora sueña con conseguir distribución en España y que su aventura documental llegue al público de este territorio. Aunque para Pereira existen “muchas maneras de distribuirla”, desde proyectar la película en las asociaciones en defensa del burro que existen en España a seguir llevándola por festivales y filmotecas.

 

Donkeyote es el segundo largometraje documental de Chico Pereira (Almadén, Ciudad Real), tras El invierno de Pablo (2012), que llegó a proyectarse en el MoMA de Nueva York, y más un puñado de cortos anteriores. El director, de raíces cordobesas y quien se halla realizando un doctorado en Cine Documental y Antropología Visual en la Universidad de California, Santa Cruz, dirige su investigación hacia las  practicas cinematográficas y radios comunitarias en zonas rurales del sur de España. Y es en la ruralidad de Los Pedroches, cerca de Belalcázar, en la sierra norte de la provincia de Córdoba, de donde parte esta historia inspirada por el propio tío y padrino de Pereira, Manolo, un hombre de voz profunda y gusto por los sombreros americanos.

“Lo que buscábamos  es que se viera la complejidad que tienen las zonas rurales, como un fiel reflejo de las dinámicas locales y globales del mundo rural”. En esta búsqueda, Chico Pereira se reencontró con su tío Manolo tras largos años de silencio, quien le contó que soñaba con ir a Estados Unidos “a ver aquellos paisajes” acompañado de su burro Gorrión. “Aquello fue como una invitación, un punto de partida del proyecto”, confiesa Pereira. “La película es sobre querer ir a un sitio pero, en realidad, es volver al tipo de relación que teníamos con él cuando éramos pequeños [aquí incluye a sus primos, también en el equipo de la película]. Ése es el verdadero camino”.

El documental se construye con escenas e intervenciones narrativas que movilizan la acción. Todos sus personajes son reales con una de esas puestas en escena que hacen preguntarse al espectador si los personajes son actores o no, si los diálogos pertenecen a un guión o vienen de la improvisación. El director asegura que se “trabajó” mucho esta improvisación y que también se usó mucho el humor, “no muy explotado en el documental”. El protagonista, Manolo, se olvidó tantas veces de la cámara que se sorprendió mucho a sí mismo viendo la película en Málaga, con algunas de las cosas que hacía y decía, “aunque mi tío se emociona mucho con la película”, aclara el director.

Un viaje quijotesco que “comenzó como un chiste”, pero que no es ni de lejos una adaptación de la novela cervantina. Su personaje principal se complementa con Gorrión, su burro, “como grandes amigos” y, como Don Quijote, encuentra muchas restricciones de movimiento y dificultades en su camino. “Dormir bajo las estrellas y caminar sin vallas en el campo ya no se puede hacer como antes. Es cada vez más difícil llevar una vida nómada. Descubrimos un montón de fronteras a un hábitat”, se lamenta Pereira.

Tal vez sea la universalidad del mito, pero también el exotismo y la autenticidad de Manolo lo que ha hecho que esta historia conecte con públicos europeos y norteamericanos de diferentes lenguas y culturas. “Cuando haces algo muy concreto, se entiende en todas partes”, finaliza Chico Pereira. El secreto de la globalidad rural de este Donkeyote al que le queda todavía mucho mundo por trotar.


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