Cine y periodismo Todos los hombres del presidente

Este domingo 2D toca votar. Y como no hay fiesta de la democracia sin periodistas, analizamos dos de las películas más importantes sobre cine y periodismo: ‘Todos los hombres del presidente’ y ‘The Post’

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1 Dic 2018
Beatriz Sánchez
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Cincuenta años después de las elecciones que convirtieron al republicano Richard Nixon en el trigésimo séptimo presidente de Estados Unidos, hablamos sobre el Watergate, el escándalo que marcó un antes y un después en la política norteamerican. De cómo la historia fue llevada al cine a través de Todos los hombres del Presidente. 

Además, os refrescamos la memoria con el también escabroso escándalo de los papeles del Pentágono con The Post, a través de un viaje por la gran pantalla.

Han pasado casi ciento treinta años desde que los hermanos Lumière consiguieran capturar con un artefacto parecido a una cámara la llegada de un tren al apeadero de una estación. Un siglo y medio en el que el cine se ha desarrollado dando lugar a infinidad de obras artísticas reconocidas por todos.

Simultáneamente, el periodismo se ha hecho un hueco a través de películas que materializan la realidad. Ciudadano Kane (Estados Unidos, 1941), El cuarto poder (1952), Primera plana (Estados Unidos, 1974) o Buenas noches y buena suerte (2005) son algunos ejemplos donde se demuestra cómo es posible transmitir, a través del cine, el ejercicio del periodismo como piedra angular de una sociedad democrática.

Con la Era Digital, en la que los dispositivos tecnológicos han cobrado una importancia inconmensurable y donde los medios tradicionales se han visto obligados a adaptarse a los nuevos formatos más acordes con la pantalla, resulta más sencillo entender que las cualidades del cine van más allá de las que se le atribuyeron en un primer momento.

En la historia, ha habido muy pocos directores concienciados que lleven la denuncia al cine. Muchos de ellos llevaban el sello norteamericano. Según el periodista Alejandro Ávila, “en la propia filosofía política y democrática de los americanos está muy claro. Son una de las primeras democracias sin rédito histórico y esa mitología del periodismo de la verdad y la justicia está muy arraigada. Las películas triunfan porque tienen un poder enorme: cuentan algo que entronca con su filosofía vital y, además, lo hacen con todo el poder de Hollywood”.

 

Periodismo y política en el cine

Es imposible no citar a Todos los hombres del Presidente (Estados Unidos, 1976) y a Los archivos del Pentágono (2017) como ejemplos representativos del Periodismo de Investigación en el cine.

Dos largometrajes que muestran la vinculación entre el periodismo y la política y cómo la corrupción, las mentiras y el abuso de poder han inundado la sociedad. El eje de ambas son escándalos del gobierno estadounidense recogidos a través de un mismo periódico, The Washington Post. Misma historia con diferente perspectiva.

En el caso de Todos los hombres del Presidente, Alan J. Pakula se atrevió a llevar la historia al cine tan solo un año después de producirse los acontecimientos. Lo hizo a pesar de qud las repercusiones políticas suponían un motivo de peso para poner todas las trabas posibles a su difusión.

Una vez conseguido, el director utilizó el guion de William Goldman para contar el Watergate, la historia que, actualmente, representa un icono a la libertad de expresión. Una libertad necesaria para que exista la democracia y el Estado de Derecho. Este es el mensaje que los creadores querían hacer llegar a la audiencia: un homenaje al periodismo comprometido.

Con una narración sobria y austera, predominan los diálogos entre los personajes, sumado a puntuales silencios reflexivos que proporcionan la tensión necesaria para que el espectador se mantenga atento a la pantalla las dos horas aproximadas que dura la película. Mediante una fiel reproducción, se plasma la inflexión en la vida política de los Estados Unidos, el impacto en el periodismo y la huella en la cultural política mundial que provocaron los controvertidos hechos.

La película pasó a la historia por la autenticidad y poder con los que reflejó cada detalle de ese trascendental capítulo que cambió de manera radical la figura presidencial del país: la dimisión de Richard Nixon para evitar el proceso conocido como impeachment.

Aunque la adaptación al cine peque de espectacularidad, eso no significa que no logre lo que se propone: probablemente sea la película donde mejor se expone el trabajo, la vida y la ética de los periodistas. El esfuerzo por contar los acontecimientos lo más cerca posible a cómo sucedieron es lo que la ha convertido en el emblema que es hoy.

El largometraje causó un efecto inspirador para toda una generación de estudiantes que colmaban las facultades de periodismo, donde Woodward y Bernstein se conviertieron en una referencia inapelable.

 

Vocación y sed de justicia social

Los protagonistas, dos jóvenes periodistas con mucha vocación y sed de justicia social, reflejan que la juventud es la etapa óptima para desarrollar el Periodismo de Investigación, y es que Bernstein y Woodward tenían veintiocho y veintinueve años respectivamente cuando realizaron la investigación.

Representan el watchdog, el periodismo más puro que lucha contra el poder, el contrapoder, algo que ha derivado a ser un cliché cinematográfico que recae sobre la figura del periodista. Una concepción atribuida dentro de la película que no siempre se corresponde con el periodismo que se ejerce, donde los personajes se establecen como héroes y los espectadores los admiran, quedando la historia en segundo plano, muy propio del estilo norteamericano.

Las llamadas a deshora, la casa desordenada de Woodward, que Bernstein sea un fumador compulsivo y que ninguno tenga relaciones sentimentales, coincide con el prototipo atribuido al periodista que, además, está obsesionado con un caso.

Los directores del periódico cumplen el perfil característico del alto cargo. Jack Warden es el jefe que deposita un voto de confianza sobre los protagonistas porque sospecha que andan tras una buena historia, lo que no evita que sea condescendiente, como ocurre en la escena en la que Woodward le pregunta quién es Charles Colson.

Luego está Ben Bradlee, el intransigente y nada permisivo pez gordo que no quiere publicar noticias más allá de la Agenda Setting por miedo a que la historia no esté lo suficientemente contrastada, porque pierdan mucho tiempo en un trabajo que finalmente no sea importante o porque pueda correr algún tipo de riesgo (en una ocasión Bernstein lo acusa de defender a los Kennedy).

 

Garganta profunda y el derecho a informar condicionado a las fuentes

En cambio, Garganta Profunda es el personaje clave, dentro y fuera de la película, constituye el caso más importante de ocultación de fuentes y es que, en la profesión periodística, para ejercer el deber de informar está muy condicionada a las fuentes, las cuales tienen el derecho a no ser descubiertas a fin de no correr peligro. En el filme se presenta de forma misteriosa. El contacto con Garganta Profunda es pelicular: con una bandera roja, ya que no podían comunicarse por teléfono porque levantarían sospechas. Al principio solo confirma la información, pero más tarde, proporciona las pistas decisivas dentro la investigación.

Se muestra el papel esencial que suponen las fuentes: se utilizaron numerosas y de todo tipo, desde empleados de la Casa Blanca y del Comité de Reelección del presidente hasta trabajadores del FBI. En la película destaca que, antes de publicar la información, el periódico llame a la persona implicada, el ministro de Justicia, Michel John, para darle la oportunidad de dar su versión de los hechos porque se necesitan fuentes de ambas partes del litigio.

Las extensas pausas reflexivas dan un tono reflexivo a la película, como en las escenas en las que mantienen conversaciones por teléfono o cada vez que Woodward se reúne con Garganta Profunda y donde el tiempo parece detenerse.

Instantes en los que predomina el sonido de las máquinas de escribir: de los teléfonos antiguos de baquelita o el barullo de las oficinas abarrotadas. Sonidos que acaparan toda la atención del espectador, provocando un efecto de sinestesia: estrés, caos y clima cargado propio de la forma de trabajar de una redacción. El clímax llega al final del metraje donde aparecen las oficinas del periódico y se sitúa, en primer plano, una televisión que anuncia la reelección de Nixon. Al fondo quedan Woodward y Bernstein ocupados en su trabajo. En la televisión aparecen cañones como celebración al nombramiento, pero a pesar de ser un sonido fuerte, éste queda ahogado por el sonido de las máquinas de escribir, como metáfora de que el poder no puede silenciar la voz de la verdad.

 

Más de treinta años de mentiras y engaños sobre la Guerra de Vietnam

En The Post fueron la precisión, el dinamismo, la claridad y el tono los elementos que se utilizaron para narrar los hechos de manera sobresaliente, mezclando imágenes potentes y diálogos envolventes cargados de ironía y tensión que predominan durante todo este largometraje con fuerte poder feminista, más acorde con el sentimiento actual que con la situación real de la mujer en aquellos tiempos.

Toda ella supone una reafirmación de valores que recuerda la importancia de contar las historias, historias con letras mayúsculas. Gracias a la tarea que inició el periódico The New York Times y continuó The Washington Post, con la gran aportación de las filtraciones, se consiguió revelar más de treinta años de mentiras y engaños sobre la Guerra de Vietnam. Se generó una lucha sin precedentes entre la libertad de prensa y el gobierno, en la que se demostró que el poder está cubierto de corrupción, abuso y mentira.

Escena de la película 'The post'.

Escena de la película ‘The post’.

Katharine Graham, primera editora del The Washington Post

El personaje de Katharine Graham es digno de analizar, todo el peso de la película recae sobre esta mujer que ostenta el cargo de primera editora del periódico The Washington Post, puesto que se le atribuye por el devenir de las circunstancias. Supone un referente para la época ya que nunca se hubiese pensado que una mujer ostentase tal responsabilidad y pone un toque de atención a favor del feminismo. Esta mujer que, a pesar de ser relegada a un segundo plano en un mundo de hombres en el que no encaja, se implica con su trabajo, se despierta sobresaltada con grandes cantidades de documentos todavía sobre las sábanas, es una crítica a favor de la mujer trabajadora. Una escena clave es cuando, tras una cena donde Katherine se reúne con altos cargos, hombres y mujeres se separan en habitaciones distintas.

La figura de Katherine se ve envuelta en la presión de destapar al ex secretario de Defensa y su amigo íntimo, Robert McNamara, y de las amenazas de los inversores, sin contar que se estaba jugando todo lo que poseía. No obstante, sorprende a todos y acepta la publicación. Ejemplifica muy bien cómo periodismo y poder están interconectados y cómo a la hora de contar la verdad se interponen también intereses y sentimientos personales.

 

Competencia entre el Washington Post y el New York Times

El otro protagonista es el ya aparecido en Todos los hombres del Presidente, Ben Bradley, director del periódico, obsesionado tanto en defender la verdad como en quedar por encima de The New York Times. Quiere publicar las informaciones a toda costa porque asegura que está en juego la libertad de prensa, aunque realmente no se sabe si lo hace por esta razón o por su obsesión por superar al resto de los periódicos. Una escena donde se demuestra es en la que Katherine lo acusa por sus buenas relaciones con Kennedy y cómo éstas solo han sido posibles si ha permitido un trato favorable al presidente.

A pesar de ello, Bradley se presenta como acérrimo a la causa de la justicia social, el héroe que hará que todos conozcan la verdad y que protegerá a la ciudadanía de las mentiras abogando por la independencia, la libertad de expresión, la objetividad y la denuncia de la injusticia, es decir, el arquetipo del periodista defensor.

La película se apoya en los dos protagonistas cuya caracterización es indiscutible, los grandes de Hollywood, como son Tom Hanks y Meryl Streep, conseguirían atraer al público, una estrategia comercial para lanzar la película.

Un dato relevante con respecto a la fuente (Ellsberg) es que no se menciona cuáles fueron las razones que le llevaron a filtrar los documentos, pudiendo haber detrás un motivo que nada tuviese que ver con la búsqueda de la verdad.

Los métodos que a veces utiliza The Washington Post para la obtención de información no siempre están permitidos. Un ejemplo se produce cuando el becario se da cuenta que el lugar al que tiene que entrar para recabar la información es The New York Times y, para ello, se las ingenia haciéndose pasar por mensajero para poder infiltrarse.

Los personajes se muestran reales y humanos, con pretensiones y aspiraciones, pero también cometiendo errores. Destaca la relación amor-odio entre ambos periódicos que se refleja en escenas como la cena entre Katherine Graham y la familia Rosenthal. O el respeto al compañerismo en la profesión cuando todos se sientan en el banquillo de los acusados, una metáfora a la libertad de prensa en la que todos los defensores de la democracia se sientan a un lado del banquillo y en el otro está el poder.

Aparece reflejada la presión por el tiempo que tienen durante todo el proceso de trabajo, los periodistas se ven obligados a trabajar exhaustivamente contra las manillas, es el caso de la escena en la que organizan el orden de los documentos en casa de Bradley o la escena en la que el trabajador de The New York Times va corriendo por la avenida desde una manzana a otra para intercambiar los mensajes.

 

Periodismo, una profesión de riesgo

La película se muestra varios ejemplos del riesgo que corren al estar trabajando sobre un tema delicado, una amenaza real que atenta contra sus vidas, lo cual hace que el relato cinematográfico sea más creíble.

La contextualización es muy importante para entender que la adaptación al cine quedó supeditada al desfase temporal. En junio de 1971 es cuando las dos grandes cabeceras estadounidenses deciden publicar los documentos clasificados. ¿Qué es lo que hace que cuarenta años después se haga una película sobre esta historia?

Cuando se produjeron los acontecimientos, no se le dio la importancia y trascendencia que hoy tiene porque la orden de publicación estaba encabezada por una mujer, lo que en aquel momento más que un acto de valentía se interpretó como una actitud irresponsable por parte del periódico.  Ahora, la realidad sociocultural ha cambiado y los acontecimientos son enfocados e interpretados de otra forma.

La película está plagada de figuras retóricas, máquinas de escribir que representan el trabajo duro, la constancia y la fuerza del periodismo, la catarsis cuando la señora Graham tiene que tomar la decisión: aparece en escena en medio de la redacción y mira a todos los trabajadores de su empresa mientras la expresión de su rostro se torna sombrío, augurando las posibles consecuencias negativas que podría tener.

La escena en la que uno de los periodistas de la redacción siente el temblor en su puesto de trabajo a través del cual los espectadores interpretan que se ha puesto en marcha el proceso de publicación del periódico, es una metáfora de la inmediatez del periodismo y la fuerza de la verdad. Al igual que la escena en la que aparecen las rotativas trabajando sin parar para que salga el periódico.

El culmen ilustrativo aparece al final, cuando se presenta en pantalla la Sede del Partido Demócrata justo cuando está siendo asaltada, en homenaje al escándalo del Watergate. Las historias se conectan y todos los cabos quedan atados, siempre y cuando el espectador haya visto previamente la película Todos los hombres del presidente.

 

Crítica social contra el poder

Ciertos puntos son recurrentes en ambas, en todo momento está presente la crítica social hacia el poder. No hay solo un único culpable, sino que el poder en general, y la política en particular, son el germen de la corrupción.

Usan el arquetipo del periodista de forma acusada, introducen en una maraña de datos, buscando acercar al espectador a la mayor veracidad con la historia real. Las dos, desde sus diferentes perspectivas, abordan casos de un tipo de periodismo que cuenta lo que no quieren que se sepa. Con estas películas, se permite una comprensión de los hechos más cercana, factible y comprensiva para todos los públicos.

Lenguaje cinematográfico, pero ajustado a la realidad

La gran pantalla tiene sus propias reglas para mantener la atención del espectador, de crear unos personajes, de simplificarlos, pero, en general, estas películas se ajustan concienzudamente a la realidad. Aun así, esa simplificación es lo que permite al espectador comprender lo que sucedió y cómo se abordó la situación.

Era obligatorio refrescar en el espectador estos sentimientos que habían cogido polvo desde que The Washington Post lo publicase en la vida real cuarenta y un años antes. El propio Spielberg afirmaba en una entrevista que lo único que esperaba era que su película “devuelva el interés del público por saber la verdad, por buscarla y defenderla y haga ver el esfuerzo que ello cuesta”.

Todos los hombres del Presidente y Los archivos del Pentágono son dos ejemplos con los que afirmar que el cine es una forma de trasladar la información, siendo capaz de llevar al ciudadano la realidad de la labor investigadora de los periodistas y ayudando a que tenga mayor repercusión.

Su compromiso es un valor añadido que otorga calidad a la narración, convirtiéndose en elementos de denuncia social, figuras que tratan de cambiar lo establecido a través de, en este caso, la gran pantalla. Una nueva forma de contar las historias, y es que recordar estos hitos a través del cine es evitar que caigan en el olvido.


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