Nuestra crítica Esther Lopera nos trae una lista de diez películas donde el calor del verano es uno de los principales protagonistas

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2 Ago 2018
Redacción filmAnd
the nest

El verano tiene un color especial: una canción propia, el rollete del camping, las picaduras de mosquitos, los saltos de cama… todo lo que nos lleva a esos meses de libertad (que no libertinaje) tiene ese aroma único que nos acompaña durante el resto del año. La culpa de todo esto la tiene el cine: nos hemos tirado a La piscina con Alain Delon y Romy Schneider; hemos crecido amarrados a la barca de Chanquete con Verano Azul, y hemos imitado en Benidorm a David Hasselhorf y Erika Eleniak de Los Vigilantes de la playa. Nos pirramos diciendo que cualquier verano pasado fue mejor, mientras recordamos ese Dirty Dancing al son de Be my baby. Porque cuando hace calor, más que nunca, somos carne de cine. Por todo ello, antes de huir y disfrutar de nuestras vacaciones, te dejamos una selección de grandes películas en las que el verano tiene la culpa de todo. Y aprovechamos para darte un consejo: déjate llevar y móntate un verano de película.

 

‘Moonrise Kingdom’  (Un reino bajo la luna) – Wes Anderson (2012)

Nueva Inglaterra, 1965. Sam (Jared Gilman) es un boy scout con evidentes problemas para relacionarse con otros chicos de su edad hasta que un día conoce a Suzy (Kara Hayward), su alma gemela. Desde el primer momento conectan y se hacen inseparables en su búsqueda de un lugar mágico donde vivir juntos. Así que los jóvenes hacen el hatillo y se escapan. Moornise Kingdom -o cuando Sam encontró a Suzie- es quizás el film más redondo de Mr. Wes Anderson, con permiso de The Tenenbaums (2001), gracias a un guion original y al debut de la pareja protagonista. Todo funciona en ella y el sello Anderson es latente en cada secuencia. Y como es norma de la casa, la banda sonora (compuesta por el gran Alexander Desplat) es el aliño perfecto para el imaginario adolescente que retrata. Memorable ese momentazo en la playa, con un mini tocadiscos y Suzy y Sam bailando al son de Le temps de l’amour de François Hardy. Las poperas van a llorar con ese vaivén de vestiditos de canesú.

 

‘La piscine’ (La piscina) – Jaques Deray (1969)

De François Hardy a Jane Birkin y tiro porque me gusta la chanson francesa. No hay verano sin piscina y no hay piscina como la que hizo arder a los jovenzuelos de 1969, de la mano de Jaques Deray. Protagonizada por Alain Delon, el sex symbol francés que revoluciono el cine en sus años mozos; Romy Schneider, tras colgar su traje de Sissi Emperatriz; y la musa de Serge Gainsbourg, Jane Birkin, La piscine supuso un gran éxito, convirtiéndose en la cuarta película más taquillera de su promoción en Francia. Sin duda, en este taquillazo tuvo algo que ver la pasarela de cuerpos mojados en bañador y la eléctrica combinación del tridente. Convertida en todo un icono del cine clásico francés, no pueden perdérsela aquellos que disfrutan metiéndose en una piscina, poco a poco, mojándose los piececillos y luego las muñecas, porque el ritmo de Deray es pausado y disfruta deteniéndose en cada plano, consiguiendo un esteticismo que con los años se ha convertido en un sello propio.

¿Quién puede matar a un niño? – Narciso Ibáñez Serrador (1976)

El maestro del terror Narciso Ibáñez Serrador, ‘Chicho’ para los que lo amamos, dirigió en 1976 la película más escalofriante de género que existe en la filmografía española: ¿Quién puede matar a un niño? Se trata de la historia de supervivencia de una pareja de turistas que pasa su luna de miel en la calurosa isla de Almanzora, un lugar solo habitado por niños raritos que parecen campar a sus anchas, sin ningún tipo de autoridad. Chicho lanzó esta pedregada en los setenta, cargándose la norma (ética y moral) que prohibía al buen hacer audiovisual mostrar en pantalla imágenes de infantes muertos. Convertido en todo un film de culto, bebe del clásico El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960), aunque la historia está basada en una novela de Juan José Sans. El creador de la mítica Historias para no dormir contó para su obra cumbre con la partitura musical de Waldo de los Rios, que potencia con saña un puñado de momentos malsanos. Créeme, La matanza de Texas es un cuento de princesas comparado con este relato. Un consejo: si estás vacaciones y te cruzas a un grupo de niños jugando con una piñata, huye.

 

Call Me By Your Name – Luca Guadagnino, 2017

Dirigida por Luca Guadagnino y escrita por James Ivory, Call me by your name está basada en la novela homónima de André Aciman, un bestseller que se ha convertido en un icono de la literatura gay. Es el ejemplo más claro de cómo brilla el cine en verano, la  joie de vivre en estado puro. El relato se emplaza en un pueblo del norte de Italia en el que Elio, un adolescente holgazán pero talentoso, se enamora de Oliver, el nuevo e interesante ayudante de su padre arqueólogo. Paseos en bicicletas, calor, estanques de aguas cálidas, plazas con encanto, revolcones en la siesta y juegos eróticos con melocotones consiguen ablandar el corazón del más duro. Además, el ambiente culturilla que se vive en la mansión de los Perlman no hace más que intensificar el flirteo de los protagonistas, que se mueven plácidamente en una nube hedonista. Sufjan Stevens, el grande del folk-pop indie americano, se encargó de componer la música. Ojo con la canción que cierra la última escena, una de las más sinceras del cine italiano contemporáneo.

 

Estiu 1993 (Verano 1993) – Carla Simón, 2017

Estamos en el verano de 1993. Tras la muerte de su madre, la pequeña Frida (Laia Artigas) de seis años tiene que abandonar su casa en Barcelona e instalarse en el campo con sus tíos (Bruna Cusí y David Verdaguer) y su prima pequeña Anna (Paula Robles). Su vida ha dado un vuelco y Frida aún no ha podido soltar ni una lágrima. Día a día, la familia intenta acostumbrarse a este nuevo orden, buscando un equilibrio en la adaptación de todos los miembros a la nueva situación. La ópera prima (y autobiográfica) de Carla Simón lo ha petado y no es para menos. El encanto de esta joya radica en la sinceridad de Simón para narrar su propia historia. Coloca la cámara a la altura de los ojos de sus protagonistas, y consigue que el realismo se apodere del ambiente y del espectador, emplazándolo en los noventa, a base de polos de Frigo Pie, Dráculas y deportivas Victoria. Si no la has visto, aprovecha el verano y deja que el film te traslade a los encantos de la Garrotxa catalana. Porque la tristeza también tiene una parte de belleza.

 

Dirty Dancing – Emile Ardolino, 1987

Bienvenidos al Kellerman’s Mountain House Resort, donde Johnny Castle (Patrick Swayze) un profesor de baile con fama de loverboy conoce a Baby Houseman (Jennifer Grey), una niña de papá, idealista e inocente de 17 años. Aunque pertenecen a clases sociales muy distintas, cuando la música suena y bailan al ritmo del dirty dancing, las diferencias que los separan desaparecen. Estamos ante una de las películas más populares y amadas de la historia de los musicales. A pesar de contar una historia sencilla, ha traspasado fronteras, ha atrapado diferentes generaciones y ha derribado muros para convertirse en todo un clásico de su género. Si no la has visto al menos dos veces, no eres de este planeta. La fórmula del éxito parece clara: un amor imposible de verano, una coreografía caliente y unas canciones que se han convertido en la banda sonora de más de una generación. Fruto de ese éxito, hoy te encuentras el film en todos los formatos: como espectáculo en el sing-along, como musical en todos los teatros del mundo y hasta tienes el hotel donde se rodó (Mountain Lake Hotel) convertido en toda una atracción turística donde revivir el Time of my life. Coge una sandía y baila al son de Be my baby, porque Dirty Dancing no morirá nunca.

 

Lucía y el sexo – Julio Medem, 2001

Nadie como Julio Medem, una de las miradas más interesantes del cine español, para mostrarnos las entrañas de un verano que conecta con nuestra tierra. Así lo hace en Lucía y el sexo, con la que consiguió unir todas sus filias y presentarlas a todos sus fans con un lazo de poesía, porque tras Los amantes del círculo polar (1998), no amar a Medem se consideraba pecado. La historia está rodada en la bella Formentera, la isla de las islas, un trozo de tierra flotante con agujeros que recibió hordas de turistas tras el éxito del film. Recordemos la sinopsis: Lucía, una joven camarera de Madrid, se muda a una isla del Mediterráneo para recuperarse de la misteriosa muerte de su novio. Mediante flashbacks, recordará su relación amorosa y tratará de resolver algunos asuntos. Poco a poco irá descubriendo secretos y coincidencias que le acercarán cada vez más a su amor. Es inevitable estar en Formentera en agosto una noche de luna llena y no querer revivir una de las escenas más bellas del film (eso sí: tendrás que imaginarte que los 3.000 italianos que te rodean son invisibles).

 

7 vírgenes – Alberto Rodríguez, 2005

Siete Virgenes está dirigida por Alberto Rodríguez está rodada en el calor de un barrio obrero y marginal de la bella Sevilla. Es el trabajo más underground y crudo de su filmografía, aunque ya apuntaba maneras en la dirección. Tano (Juan José Ballesta), un adolescente que cumple condena en un reformatorio, recibe un permiso especial de 48 horas para asistir a la boda de su hermano Santacana. Con su mejor amigo Richi, se lanza a vivir esas horas con la máxima “que me quiten lo bailao”. Con esta premisa, Rodríguez utiliza el entorno de una Sevilla obrera –y no por ello menos atractiva– que le sirve para hacer un retrato social. Para ello, escoge como platós barrios como San Jerónimo, el Polígono de San Pablo o Rochelambert-Amate. Además, Siete Vírgenes cuenta con las canciones del rapero sevillano del barrio de Los Pajaritos Haze. Si eres de los que disfrutan con los dramas sociales, juega a las siete vírgenes y sufre como nunca el calor sevillano.

 

Pauline en la playa (Pauline en la playa) – Eric Rohmer, 1983

Pauline y su prima Marion, una mujer recién divorciada, deciden pasar los últimos días del verano en las costas de la Bretaña. Allí formarán un curioso grupo con Pierre, un antiguo amor de Marion que aún la desea; con Henri, un maduro y hedonista escritor residente en la otra punta del mundo; y con Sylvain, un chico amante del windsurf. Eric Rohmer, una de las máximas autoridades de la Nouvelle vague, es también uno de los directores que mejor han sabido expresar la complejidad del amor a través de sus películas. Con diálogos directos, el realizador desgrana conceptos como el gran amor, la fidelidad o el matrimonio desde diferentes puntos de vista, sin hacer juicios de valor y dejando que el espectador decida por sí mismo qué definición encaja en su vida real. Esta obra maestra forma parte del ciclo Las comedias y proverbios y esconde frases lapidarias como “Vivo sola esperando esa cosa tan imprevisible que se llama amor” entre sillas de mimbre y tranquilos paseos en la costa bretona. Es la película perfecta para darle al play si estás vacacionando en un apartamento a orillas del mar.

 

La noche de la iguana – John Huston, 1963

Filmada por John Huston en medio de los vientos tropicales y turbulencias de la costa mexicana, La noche de la iguana es una historia asfixiante de pasiones, basada en una obra de Tennessee Williams, uno de los dramaturgos norteamericanos más adaptados a la gran pantalla. La película cuenta el drama de Lawrence Shannon (un sudoroso Richard Burton), un guía turístico recientemente expulsado del sacerdocio que dirige una excursión de mujeres en México. En la excursión una sensual jovencita intenta seducirlo, lo que le granjea la animadversión de las demás mujeres. Finalmente, el grupo llega a un hotel regentado por una vieja amiga suya (una impresionante Ava Gardner), la gota que colma y hace explotar todas las pasiones. Este film es una obra maestra con interpretaciones estelares y hará las delicias de los amantes del cine clásico. Aquí el calor hace mella y el director consigue hacernos sudar de lo lindo. Y como muestra, ahí está el mítico baño de la venus Ava Gardner con dos chavales mejicanos bajo el calor de la noche.

 


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