El 50º Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya nos deja una semana de cine de terror, ciencia ficción y acción trepidante, con platos estrella como ‘Thelma’, ‘The Killing of a Sacred Deer’ o ‘A Ghost Story’ en el menú gourmet del certamen europeo más importante entre los que se dedican a este género.

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13 Oct 2017
Esther Lopera
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Sitges Festival ha ofrecido a todo su séquito un amplio menú de cine fantástico. Este año además, incluye un gran pastel, pues cumple 50 ediciones y por ello han dedicado parte de su programación al mito de Drácula. Un lujo. La oferta de películas es tan amplia que tanto los fans como los periodistas nos volvemos locos para poder abarcarla. Por esta razón, de toda la carta, presentamos el menú escogido por una servidora, a sabiendas de que otros escogerán otro y –seguramente– también estará rico, porque si algo sabe hacer este festival es proponer platos gourmet para todos los gustos.

 

El aperitivo: Bocaditos de sci-fi y Muñecas de porcelana

El viernes 6 de octubre empezaba la sesión con un aperitivo que no estaba nada mal para abrir el estómago: The Endless (Justin Benson, Aaron Moorhead) presentada por los directores, que además son los guionistas, productores, protagonistas y también los responsables de los efectos visuales y de la fotografía. Lo que viene siendo un film indie, con todas las de ley. Y aunque su presentación auspiciaba lo peor, el resultado ha sido satisfactorio. La cinta explica la historia de dos hermanos que de pequeños escapan de una secta a la que vuelven y de la que no podrán volver a salir. Con tintes a la literatura de Lovecraft, cuenta con algunas secuencias interesantes de fina sci-fi, que como primer bocado al Festival sentaba muy bien.

Fotograma de 'Annabelle: Creation'

Fotograma de ‘Annabelle: Creation’

Junto a estos bocaditos servían la segunda entrega de la muñeca más terrorífica de las pantallas –con permiso de Chucky–: Annabelle: Creation (David F. Sandberg). Esta segunda entrega explica cómo nace el diablo en la muñeca de porcelana, y cuenta con referencias al cine clásico de terror. Vemos secuencias que nos recuerdan Salem’s Lot (Tobe Hooper, 1979) o El cementerio viviente  (Mary Lambert, 1989), entre muchas otras. Lo mejor era escuchar los grititos de horror que soltaba la audiencia cada vez que la muñeca ocupaba la enorme pantalla.

 

Los entrantes: Gamberradas en su salsa roja

Este festival es valorado en gran parte por la proyección de films gamberros que no suelen encontrar distribución en nuestro país (Dios sabrá por qué). Se suelen programar en maratones nocturnas pero otras veces, se atreven a programarlas en el gran Auditori. Un ejemplo es Mom and Dad (Brian Taylor), un desternillante thriller que cuenta qué pasaría si un día cualquiera los padres se levantaran con el deseo de matar a sus hijos (algo que ya ocurre en el día a día de muchas familias) y lo que es más: que perpetren sus deseos.

Fotograma de 'Mom and Dad'

Fotograma de ‘Mom and Dad’

Con un Nicolas Cage deliciosamente pasado de vuelta que arrancaba los aplausos de los más cafres, Mom and Dad se posicionaba como una fiel ganadora del Premio del Público, un premio que solo puede arrebatarle Revenge (Coralie Fargeat). Con una intro que parte la pantalla al más estilo de los 70, la directora francesa no se corta un pelo en mostrar su pasión por el gore, la acción y la sed de venganza. Utilizando objetivos macro para mostrar la sangre a borbotones y un sonido potente para toda la acción que desarrolla, es quizás una de las producciones mejor rodadas de esta edición. Y aunque no cuenta nada nuevo, divierte y entretiene.

A estos dos entrantes, le sumamos el plato que parece haber cautivado a gran público: Brawl in Cell Block 99 de Craig Zahler, quien ya se había llevado el premio a la Mejor Dirección en 2015 por Bone Tomahawk. En esta ocasión, presenta un thriller carcelario, con un Vince Vaughn muy convincente que parte y reparte a base de bien: huesos rotos, cabezas reventadas, hostias a lo Bud Spencer y mucha violencia gratuita, quizás para enmascarar un guion algo débil que se aguanta gracias al savoir-faire que destila el protagonista.

 

Platos fuertes: Lomo de ciervo sagrado y cruces de fuego

Tras la película que inauguraba el festival, La forma del agua (Guillermo del Toro), cinta que ha alabado hasta el más pintado, el siguiente plato fuerte se servía el viernes, con el último trabajo de Yorgos Lanthimos, The killing of a sacred deer: un drama gélido en forma de venganza que pone sobre la mesa el instinto de supervivencia individual de una familia disfuncional.  El director de Canino (2009) hace un retrato distante e incómodo y demuestra que ha ganado en su ejercicio de dirección, consiguiendo inquietar al espectador desde el primer momento, con la ayuda de una gran banda sonora. Un film oscuro, agrio y deliciosamente indigesto. A destacar una Nicole Kidman que parece encontrar en los papeles más fríos su mejor cara.

Fotograma de 'The killing of a sacred deer'

Fotograma de ‘The killing of a sacred deer’

El otro plato estrella ha sido la delicada Thelma (Joachim Trier), que cuenta el despertar de la adolescencia de una chica con poderes extraños, bajo la influencia de unos padres algo raros que rinden cuentas a Dios. Al más puro estilo de Crudo (Julia Ducournau, 2016), Thelma se gana al público en su relato pausado, pero también arriesgado en algunas de sus secuencias más potentes. Una película con toques de ciencia ficción que debería cosechar algún premio del palmarés.

 

Postre: Tarta servida con sábana blanca

No hay gran menú sin un gran postre. Y en Sitges 2017 el postre se ha servido con una sábana blanca y dos agujeros negros. A Ghost Story (David Lowery) es una visión poética sobre cómo afrontar la muerte, desde el punto de vista del que se va. El film cuenta el día a día de un fantasma que queda atrapado en la casa que ha compartido con el amor de su vida. Se trata de una reflexión sobre el paso del tiempo, el existencialismo y la liberación personal, aunque muchas otras personas aseguraran que el film habla del amor eterno. Y este es uno de los puntos fuertes de esta rara-avis: contiene muchas lecturas, a cuál más interesante.

Fotograma de 'A Ghost Story'

Fotograma de ‘A Ghost Story’

Utilizando la imagen del clásico fantasma, Lowery presenta su trabajo con una factura técnica impecable, en un formato de pantalla 4:3, una composición de la imagen que funciona como pequeñas obras de arte y una textura vintage que aporta el aire melancólico que rodea al fantasma, protagonista absoluto de la película. Nunca una sábana blanca emocionó tanto. Atención a la escena de Ronney Mara, cinco minutazos de plano fijo zampándose una tarta en el momento del duelo. Una escena que acabó con la paciencia de muchos (a pesar de que algunos ya estamos entrenados por el bueno de Lynch), y que es clave para entender este precioso film.  Ojo: estamos ante la joyita de esta edición.

 

Licores: Licor del bosque y licor secreto

Para finalizar este menú gourmet, qué mejor que un buen lingotazo de terror puro, de la mano de The Ritual (David Bruckner, 2017), quizás la película que consigue crear un mejor clima. Una perfecta mezcla entre The Blair Witch Project (Eduardo Sánchez, Daniel Myrick, 1999) y Sightseers (Ben Wheatley, 2012), que avanza con diálogos elocuentes y una buena puesta en escena. Cuidado con los bosques de los montes de Suecia, que aparte de esconder mitos y leyendas pueden ahondar en tu conciencia y hacerte mucha pupa.

Fotograma de 'The Ritual'

Fotograma de ‘The Ritual’

Otro gran licor que he podido degustar ha sido el film de Sergio G. Sánchez Marrowbone. Se trata de la ópera prima del guionista de títulos como El orfanato (J.A. Bayona, 2007) o Lo imposible (J.A. Bayona 2012). El film narra la historia de una madre y sus cuatro hijos en la localidad americana de Marrowbone. Tras la muerte de su madre, los jóvenes la entierran en secreto y empiezan a aislarse del mundo, acechados por una amenazante presencia. En Marrowbone se percibe el sello Bayona y cuenta con un giro en el guion y un desenlace que gusta y convence, algo que no han conseguido otras cintas de factoría española que tenían cierta presencia estelar en el Festival, como la fallida Muse, de Jaume Balagueró.

Tras engullir 20 películas del menú del Festival, doy por acabada mi aventura gastronómica. Me voy del pintoresco pueblo de Sitges con el estómago lleno y la quiniela hecha, a la espera del palmarés. Mientras cojo el tren y abandono este mundo paralelo, respiro satisfecha, con la certeza de que volveré la próxima edición para ingerir más films de un género que gracias a Dios (y al Diablo) gana adeptos cada año.

Imagen de portada: fotograma de Thelma


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