Celia Rico Clavellino

La directora sevillana ganó el pasado sábado el Premio de la Juventud del 66 Festival de San Sebastián y consiguió una mención especial del jurado de Nuevos Directores con su película ‘Viaje al cuarto de una madre’

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1 Oct 2018
Marta Jiménez
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La directora sevillana Celia Rico Clavellino consiguió el sábado 27 de septiembre dos hazañas con su ópera prima, Viaje al cuarto de una madre. La primera, una mención especial del jurado de la sección Nuevos Directores del 66 Festival de San Sebastián; y la segunda, ganar el Premio de la Juventud, votado por unos trescientos jóvenes de entre 18 y 25 años. Algo que no ha extrañado a casi nadie después de la ovación que recibió en cada pase, tanto del público como de la prensa especializada en su exhibición de la película durante el festival y las ovaciones que recibió en cada pase.

La directora se mostraba contenta por cómo su película conectó incluso con muchos hombres, ya que se trata de una historia que pone el foco en la relación entre una madre (Lola Dueñas) y una hija (Ana Castillo) que viven en un pueblo de la sierra en Andalucía. La directora aclaraba a Filmand en la capital donostiarra que su película, estrenada en cartelera el 5 de octubre, apela a las biografías de los espectadores.

En todos lados escriben tu nombre ‘Celia Rico Clavellino’, con el segundo apellido, como gran reivindicación del apellido materno.

(Risas) Exacto. Todo el rato lo miro para que nadie se olvide de ponerlo, primero porque me gusta el apellido y segundo porque hay que reivindicar el apellido de la madre. Precisamente en una película que rinde homenaje a estas madres que han tenido que dedicarse cien por cien a los cuidados y que se han olvidado de ellas mismas para poner atención en los demás, pues por lo menos vamos a poner atención en ellas y reivindicar su apellido para empezar.

Escribió Tolstoi: “Retrata a tu pueblo y serás universal” ¿De ahí partes?

Sí, la película tiene elementos muy particulares, muchísimos, por ejemplo la mesa camilla, andaluza cien por cien, sin ninguna intención de hacer un retrato de Andalucía, sino de escribir desde lo que conozco. Nací en Constantina.

Aunque tu acento parece un poco canario

Sí (risas), porque llevo quince años viviendo en Barcelona y lo tengo todo un poco mezclado. Escribo lo que siento, no quería hacer un retrato de la idiosincrasia de Andalucía sino partir de unos personajes. Nunca sabes si lo que tienes que contar de tu propio universo, le va a llegar a los demás, pero al final estás hablando de cosas muy universales, de las relaciones familiares, de la complejidad del amor, algo que conecta con todo el mundo y que plantea preguntas a todo el mundo. Porque es muy difícil querer bien al otro, da igual de dónde seas porque eso lo hemos vivido todos.

Creo que todas las personas, de alguna manera, hemos hecho ese viaje al cuarto de nuestra madre.

Es un viaje que se hace dos veces en la vida, además. Cuando eres hijo y cuando eres padre. Cuando te marchas de casa y luego ves a tus hijos marcharse.  Te colocas en el lugar desde la otra perspectiva. Somos de una manera dependiendo del rol que ocupamos. Por eso, la película está planteada como un díptico para que el espectador pueda ocupar estos dos roles y pueda hacer un doble viaje. El viaje de la hija, real y físico, y el viaje de la madre, inmóvil porque muchas veces no hace falta marcharse muy lejos para poder descubrirse a uno mismo. Otras veces hay que marcharse lejos para poder conectarse con lo más cercano, que es el viaje de la hija. Son dos movimientos distintos que al final convergen.

 Aunque en realidad los dos viajes son los de un duelo.

Exacto ¿Qué ocurre? Ellas están tan cerca, tan juntas, tan unidas, que cualquier cosa que le pase a una la otra lo detecta. No se permiten hacer ese duelo porque saben que si una flaquea, se permite un llanto, va a afectar a la otra. Son plenamente conscientes de que cualquier movimiento en falso puede desestabilizar a la otra. Para sentir ese dolor del duelo tienen que hacer ese viaje, una sale corriendo y se va a vivir lejos para vivir el duelo en soledad y la otra, la madre, que ha puesto toda la atención en la hija para no tener que hacer este duelo, y hasta que no hay una ausencia de la hija no se da cuenta de que había otra ausencia que estaba pesando ahí, entonces la madre hace un doble proceso.

¿Desde el principio querías rodar con la filosofía de “menos es más”, dando importancia a los detalles?

Bueno, así rodé mi primer corto, Luisa no está en casa (2012). Me gustan los detalles pequeños. Me fijo menos en lo que la gente dice que en lo que hace. ¿Para qué le sirve a un personaje decir te quiero? Me gusta encontrar las acciones que expresen cosas muy complejas. Por ejemplo, coser una camisa para una hija es un acto de amor brutal. ¿Cómo puedo explicar que un personaje va a plantearse pensar en sí mismo? Pues quedándose con esa camisa. No hacen falta ni grandes giros narrativos ni nada. Siempre digo que para mí el conflicto son las cosas cotidianas del día a día. A través de las miles de decisiones que se abren partiendo de cosas tan pequeñas puedes construir la psicología de un personaje. Me gusta trabajar desde ahí, es donde quiero poner el foco.

¿Rodar en casa con dos grandes actrices significa tenerlo todo en tu debut en el largometraje?

Sí. La película es tan familiar, tan de vínculos, que hubo algo inconsciente. La decisión principal de rodar la película en Constantina (Sevilla) es que mi madre es costurera y yo quería que Lola Dueñas aprendiese a coser con ella. Pero a la vez, como la historia es familiar pensé que tenía que rodar en casa. ¿Y cómo puedo hacer que Lola y Ana entiendan lo que significa para mí el vínculo materno filial? Pues metiendolas ahí, en el lugar donde nace la historia, que se sentasen a la mesa con mi madre y que vieran la relación que tengo con ella. De manera natural, les abrí las puertas de mi casa para que nos conocieramos y eso me permitía trabajar la película de forma más artesanal.

 

¿En qué consistió esta colaboración?

Mucha gente de mi familia que no tiene que ver con el cine participó en la película. Ellas practicaban la costura, pero mientras, hacían un cojín que formaba parte del atrezzo de la casa. De alguna manera, lo que estaba pasando en la realidad se mezclaba en el mundo de ficción de la película. Y eso me lo permitió rodar en el pueblo y mezclar la vida personal con la profesional.

Los vecinos de Constantina estarán muy contentos…

Un productor mío me dijo un vez que había que rodar en un lugar donde te quieran. Es un buen consejo y donde te van a querer más que en tu pueblo. La gente de Constantina siente la película como suya, se sienten orgullosos. El cariño que nos dieron se contagió al equipo. Fue una buena decisión rodar allí a pesar de que el pueblo no sale. De alguna manera la vida del pueblo entró en la película. Está muy latente aunque no lo vemos. Está muy bien que no me haya confundido y haya sacado al pueblo porque hubiese llevado la película a otro lugar, porque no va de eso, no es una película social.

¿Te formaste en Andalucía?

Estudié Comunicación Audiovisual en Sevilla. Reivindico que no me formé en una escuela de cine porque no me la podía pagar, que son carísimas, he estudiado en una universidad pública andaluza. Luego me pedí un beca Séneca y me fui a Barcelona a estudiar Teoría de la Literatura e hice después un doctorado audiovisual, sobre el motivo de la naturaleza muerta y la ruina en el cine a través de un director chino, Jia Zhang Ke, y su película Still life (2006). Hay esta cosa de construir a partir de los objetos.

 

En una tierra con tanto talento como Andalucía, ¿debería existir  más formación  audiovisual?

Hay que reivindicar toda la formación, pero también tenemos que formarnos para saber ver cine de otra manera. Yo colaboro en un proyecto que se llama Cine en curso. Su objetivo es acercar el cine a las escuelas públicas de entornos más complicado. Se han implicado un montón de institutos y forma parte de las horas lectivas del currículo escolar. Yo imparto cuatro horas a la semana en una asignatura de cine que termina con la realización de una película. El año pasado lo hice con niños de primero de la ESO y este año estoy con un aula de acogida, con niños inmigrantes. Reivindico este programa pedagógico, que es importante no solo para los niños sino para los que hacemos cine. Estoy aprendiendo un montón sobre el cine como proceso de trabajo colectivo.

 

¿Piensas ya en la segunda película?

Descubrí hace poco hacia donde quiero llevar mi siguiente proyecto, pero yo escribo muy despacito, así que tendrá mi ritmo. He empezado a tomar anotaciones, aunque si las junto no dan ni una página, queda mucho trabajo por hacer.

Se ha firmado en San Sebastián la Carta por la paridad y la inclusión de la mujer en el cine, una propuesta impulsada por CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales). ¿Las directoras jóvenes empezáis a sufrir una menor discriminación?

En mi caso no me he encontrado con muchas pegas y muchos lastres, pero me pregunto que si no hubiera escrito una película intimista y pequeña, sino una de un presupuesto altísimo y con mucha acción, no sé si me hubiera resultado tan fácil encontrar financiación y apoyo. Se están haciendo muchas cosas para mejorar la situación, pero creo que es importante que haya mujeres dirigiendo, produciendo y distribuyendo. Al final es una red, un entramado y no sirve que haya más mujeres directoras si no hay mujeres produciendo, distribuyendo o en los comités seleccionadores. Es decir, es necesario que haya más mujeres también en los cargos técnicos… hay mucho por hacer pero de un  tiempo a esta parte empieza a importar más la mirada de la mujer que su imagen, algo que parece muy obvio pero que empezamos a conseguirlo desde hace muy poco. Ya está bien de tanta imagen.


Un comentario sobre “Celia Rico: “Empieza a importar más la mirada de la mujer que su imagen”

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