Happy Hour

La primera semana de certamen francés se debate entre sus conflictos y los primeros trabajos destacados. Y tiene ya una candidata clarísima para la Palma de Oro: Alice Rohrwacher por ‘Lazzaro felice’

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15 May 2018
Martín Cuesta
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Dos polémicas han marcado, al margen de la siempre discutida programación, el inicio de este 71ª Festival Internacional de Cine de Cannes, por un lado el enfrentamiento entre la dirección del certamen, con el apoyo de los exhibidores franceses, y la plataforma Netflix acerca de la obligación de la exhibición de las películas de dicha plataforma en las salas tradicionales y, por otro, el conflicto jurídico que hizo peligrar la proyección del largamente esperado largometraje de Terry Gilliam, The Man who Killed Don Quixote.

Dos batallas que superan el ámbito de lo meramente cinematográfico y que radiografían asuntos como los nuevos modelos de consumo de ocio por parte de los espectadores, el futuro de dicho negocio y las formas en cómo debe ser desarrollado o quién es el poseedor final de los derechos de un filme. Dos conflictos que han conseguido que, las películas que formaban parte de la Sección Oficial y las diferentes secciones paralelas, tuvieran un papel secundario en los titulares de los diferentes medios destacados a esta muestra y en los habituales corrillos de los corresponsales.

Pese a todo, creemos que ha habido un buen puñado de títulos que merece la pena resaltar en esta primera semana de cine cannoise, un estimable grupo de películas que, a buen seguro, marcarán lo que queda de 2018 tanto por la riqueza e intensidad sus imágenes como por su forma de abordar temas que definen nuestro presente.

Lazzaro felice

Lazzaro felice

Al hacer este repaso de filmes que nos han impactado, es obligatorio empezar mencionando la nueva película de la directora transalpina Alice Rohrwacher (Premio Especial del Jurado y Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Sevilla 2014 con El país de las maravillas). Lazzaro felice, así se llama su tercer largometraje como realizadora, es una fábula moral que bebe de la mágica fuente del neorrealismo italiano, una traslación a nuestros días de la candidez irredenta del Milagro en Milán de Vittorio de Sica, una patada en la boca a estos cínicos tiempos en los que nos ha tocado vivir.

Para nosotros es una apuesta clarísima a la Palma de Oro, no solo por las virtudes indiscutibles que adornan esta cinta, sino por el previsible apoyo que le dará la Presidenta del Jurado, Cate Blanchett, a que una mujer sea galardonada con dicho premio. Alguna vez tendrá que ser y este 2018 parece un año óptimo para conseguirlo.

Happy Hour

Happy Hour

También necesitamos hacer mención al japonés Ryusuke Hamaguchi, un tipo que ya nos había conquistado gracias a la estupenda Happy Hour, con la que obtuvo dos merecidos premios en el Festival de Locarno 2015. En esta ocasión, Hamaguchi traslada a la imagen real los códigos visuales y narrativos del anime japonés, o al menos del sector más romántico de esa forma de expresión artística.

Si quieren hacerse una idea de los caminos por los que circulan sus imágenes, pueden rescatar la obra del también nipón Makoto Shinkai, de 5 centímetros por segundo a Your Name, y reubicar, usando su imaginación, ese mundo de encuentros y promesas, a personajes de carne y hueso. Seguro que el viaje merece la pena.

Ash is Purest White

Ash is Purest White

Sin movernos de Asia pero cambiando radicalmente tono y estilo, también debemos ocuparnos de uno de los nombres clásicos del Festival, el del chino Jia Zhangke, que vuelve a cartografiar las claves del presente de su país en uno de sus trabajos más conseguidos. Ash is Purest White es, además, una reivindicación del punto de vista femenino en la narración de las historias, algo que viene dado por la magnífica actuación de su actriz protagonista, Zhao Tao, desde ya una de las candidatas a obtener la Palma a la mejor actriz.

Cold War

Para conseguir ese galardón tendrá que hacer frente a la fascinante presencia de Joanna Kulig, la estrella, junto a Tomasz Cot, de la cinta polaca Cold War, del director Pawel Pawlikowski, el mismo que ya conquistó el Oscar con Ida, aquella pequeña obra maestra en blanco y negro que desvelaba el oscuro pasado de su país natal.

En esta ocasión, Pawlikowski vuelve a incidir en tiempo y estilo con aquel trabajo, llevándonos a la Polonia inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial, una época donde la imposibilidad de la comprensión entre dos bloques enfrentados, Oriente y Occidente, se ejemplifica en la imposible historia de amor que viven sus dos protagonistas.

Cold War

Cold War

Además de este poker de ases de lo que llevamos de competición, también cabe en nuestra crónica alguna decepción, algo tristemente frecuente en la programación cannoise. Decepciones como el fallido intento de llevar a la pantalla grande la lucha de las guerrilleras kurdas que firma Eva Husson y que lleva por título Girls of the Sun, presa de sus propias contradicciones ideológicas y formales al tratar de otorgar cierta belleza a las imágenes del infierno de la Guerra de Siria.

Tiros errados como el de Leto, otro viaje en la historia para resaltar el espíritu rebelde de los grupos de rock en los años finales del régimen soviético en San Petersburgo, una rebelión desvaída, blanca como las noches de invierno en la antigua capital del Imperio de los Zares.

Leto

Leto


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