Casi cuarenta años de cine y amistad. El triunfo de Antonio Banderas en Cannes corona una prolífica relación con Pedro Almodóvar. Repasamos estas cuatro décadas de éxito que ya apuntan al Oscar

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26 May 2019
Martín Cuesta
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“No sólo debo dedicarle el premio a Pedro porque sea mi director, sino porque también es el personaje al que interpreto”.Éstas eran las primeras declaraciones del actor malagueño Antonio Banderas tras recibir, gracias a una decisión unánime del jurado, el premio a la mejor actuación masculina de la 72ª edición del Festival Internacional de Cine de Cannes.

Su triunfo, no por esperado menos saludado por la crítica y el público de la muestra cannoise, prueba como ambos han sabido ver en su caracterización del director de cine Salvador Mallo una de las cumbres de la ya larga carrera de nuestro comediante más conocido internacionalmente, junto, por supuesto, a la inconfundible figura del ganador del Oscar, Javier Bardem.

Antonio en la piel de Pedro

Dolor y gloria supone un nuevo escalón en una relación artística y amistosa de casi cuarenta años de antigüedad, la establecida por Pedro Almodóvar y Antonio Banderas, que culmina, al menos de momento, con este melodrama de carácter autobiográfico donde el malagueño toma la piel del manchego para convertirse en su alter ego sobre la pantalla.

La construcción del personaje de Salvador Mallo posee, efectivamente, muchos puntos en común con la biografía del director de Hable con ella: su llegada a Madrid desde un remoto pueblo castellano, la participación en aquel loco mundo de sexo, drogas y contracultura llamado la movida madrileña, su siempre delicado estado de salud, la relación conflictiva con alguno de sus actores y la vinculación, siempre presente en sus filmes, con su madre.

Almodovar Festival de Cannes dolor y gloria Antonio Banderas.

Banderas elabora un personaje reconocible en los tics y la apariencia de Almodóvar, pero evita caer en la caricatura o el retrato de trazo grueso. Tampoco se limita a fotocopiar poses amaneradas, sino que ataca y conquista la esencia del retratado, una labor de enorme madurez que coloca a nuestro compatriota en una carrera que, ya según algunos, apunta al Oscar como objetivo final.

Esta maestría en la caracterización se ha ido forjando por la larga carrera en común que tienen ambos personajes, actor y director. Una carrera que comenzó hace casi cuarenta años, en 1982, con Laberinto de pasiones y que se ha ido repitiendo, a lo largo del tiempo, hasta en ocho ocasiones.

Una historia en común

Alguno de los hitos más destacados de esta historia en común podrían ser el Antonio Benítez de La ley del deseo (un título que al igual que el de este año presenta un fuerte componente autobiográfico), el Carlos de Mujeres al borde de un ataque de nervios (el personaje que sirvió para el encumbramiento definitivo de Banderas), el Robert Ledgard de La piel que habito (el regreso de Banderas al universo almodovariano tras su experiencia estadounidense) y este mismo Salvador Mallo.

Como decíamos, ya empieza a sonar el nombre de Antonio como uno de los candidatos a conseguir la estatuilla de la Academia de Hollywood en la próxima edición de dichos premios.

Aunque su consecución supondría un broche de oro en la carrera de Banderas, no es éste el primer premio que obtiene fruto de su brillante carrera, una carrera que se ha definido por mezclar con sabiduría títulos más comerciales y accesibles para el público general, junto a otros que suponían una apuesta más arriesgada. Reduciendo su caché en alguno de éstos últimos o incluso ejerciendo como productor de los mismos.

Fotograma de 'Dolor y gloria', de Pedro Almodóvar

Fotograma de ‘Dolor y gloria’, de Pedro Almodóvar

El protagonista de la noche en Cannes suma su nombre al de un buen grupo de intérpretes españoles que han sido premiados anteriormente en el Festival de cine más importante del mundo: José Luis Gómez en 1976 gracias a La vida de Pascual Duarte, Fernando Rey en 1977 con Elisa, vida mía, Fernando Rabal y Alfredo Landa en la inolvidable Los santos inocentes, el elenco femenino de Volver en el año 2006 y Javier Bardem con Biutiful en 2010.

Aunque quizás haya un regusto de amargor en que Almodóvar no haya obtenido su ansiada Palma de Oro, el premio para su actor fetiche supondrá sin duda la mejor de las consolaciones.


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